«El ahorro se trata de una verdadera invención, como la máquina de vapor, el ferrocarril o el telar mecánico.

El ahorro, que no debe confundirse ni con la caridad, ni la beneficencia, implica una actitud económica de anticipación, de racionalidad, de voluntad de previsión y control de lo que aún no ha sucedido.

Es un comportamiento cultural nuevo vinculado al desarrollo de las sociedades industriales y a la idea de progreso.

En la historia y evolución del ahorro, un papel esencial lo han desempeñado unas entidades singulares nacidas en los albores de la revolución industrial: las Cajas de Ahorros.

Desde su creación lograron que las gentes sacasen el dinero de sus tradicionales escondites para depositarlo en una libreta ó cuenta de ahorros, con la esperanza de conservarlo y hacerlo fructificar.”

Pablo Martín Aceña. Catedrático de Historia Económica en la Universidad de Alcalá de Henares


 

La semana pasada entró un alumno de poco más de veinte años a la academia. Ha estudiado ADE y ahora está de prácticas en un banco, y como en los 5 años de carrera no te enseñan ni a comprar una acción, quiere saber cómo funciona el mundo de la bolsa.

Cuando me dijo el nombre del banco en el que está de becario, le estuve comentando los escándalos que protagonizó dicha entidad  – que antes era una Caja de Ahorros – y me miraba como si le estuviera hablando en chino. No sabía a qué me estaba refiriendo. Apenas tenía idea de lo que había sucedido en aquella época tenebrosa para la historia económica de España.

Qué rápido pasa el tiempo y qué frágil es la memoria.

 

En la década de los 2000 – hace no tanto – las sucursales bancarias eran el segundo negocio nacional, ¡había casi tantas como bares!, y la mitad eran cajas de ahorro. En cambio, hoy los chavales recién graduados ni han oído hablar de ellas. Y lo que es más grave: nadie les ha contado lo que ocurrió.

Desde aquí voy a poner mi granito de arena para que esta institución, que fue tan importante para nuestros padres, abuelos y bisabuelos, no caiga en el olvido. Hablaré de sus modestos orígenes, recordaré su época de auge – ¿quién no tuvo cuenta abierta en una caja de ahorro? -, enunciaré los motivos por los que se empezaron a torcer y te narraré la decadencia y quiebra final.

¿Me acompañas en este viaje al pasado?

 

Un repaso a la historia de las Cajas de Ahorros

No pienses que las Cajas de Ahorros siempre fueron los abominables monstruos financieros con un poder desmesurado en que terminaron convirtiéndose.

Ni que tenían a los políticos chupando del bote con decenas de enchufados sin ninguna preparación, que fue en lo que degeneraron. Qué va.

La caja era el banco de los humildes.

 

Hace 300 años había bancos, sí, pero no funcionaban como ahora. Solo trataban con las grandes empresas y con la nobleza. No les interesaba trabajar con agricultores, campesinos o artesanos, que suficiente tenían con apañárselas como bien pudieran.

Entonces algunas congregaciones de la Iglesia crearon unas sociedades muy parecidas a los bancos, para que la gente sencilla tuviera un lugar seguro en el que guardar su dinero. Estas cajas, inicialmente llamadas Montes de Piedad, eran fundaciones sin ánimo de lucro, y con los beneficios de la Caja se financiaban carreteras, escuelas, teatros o clubs deportivos. Es lo que después se conoció como la «Obra Social».

Todos lo hemos visto de cerca y a todos, de una u otra manera, nos han ayudado. En Cantabria patrocinaban uno de los mejores equipos ciclistas de la región, pagaban las paradas de autobuses de los pueblos más alejados, financiaban el famoso campamento de verano en Polientes, al que miles de críos fuimos a descubrir la fauna y flora autóctona… Era un no parar de actividades.

Cuando subo en bicicleta el Alto de San Mateo, en Maoño, siempre cojo agua en esta fuente que financió Caja Cantabria

La primera Caja de Ahorros nació en Madrid en 1702. Fue la «Monte de Piedad», fundada por el Padre Piquer, capellán del monasterio de las Carmelitas descalzas

Aunque el origen es todavía anterior: el primer Monte de Piedad fue fundado en 1462, en la ciudad italiana de Perugia por monjes franciscanos. La idea inicial de funcionar como una caja fuerte era fantástica porque la gente necesitaba un lugar seguro en el que dejar su dinero. Metiéndolo en la Caja de Ahorros se evitaban robos en casa que dieran al traste con el trabajo de varios años.

Al principio las Cajas sólo podían actuar en su territorio. Ni Caja Asturias operaba en Castilla la Mancha ni Caja Almería tenía clientes en Zaragoza, por ponerte un par de ejemplos. Tenían muchísimas restricciones a la operativa, ya que estaban pensadas para correr los mínimos riesgos:

  • No se les permitía entrar en mercados internacionales,
  • No podían entrar en proyectos de alto riesgo,
  • No podían comprar acciones de bolsa.

 

Su función era sencilla: alejar el dinero del peligro. Eran una especie de búnker financiero a prueba de bombas.

Esta naturaleza defensiva les permitió superar graves crisis internacionales, como la del petróleo en los años 70. La mayoría de bancos en España las pasaron canutas y las cajas ni se enteraron de lo que había ocurrido. Como no podían tocar nada de fuera, nada de fuera les afectaba.

Era un negocio aburrido, pero muy efectivo. Los ahorradores no querían complicaciones, sólo buscaban un refugio estable que les diera tranquilidad. Por ese motivo en los próximos años millones de clientes abrieron cuenta en alguna Caja de Ahorro.

 

Pero esta época de gloria tenía los días contados

En los ochenta los políticos metieron mano a las cajas de ahorros

Fue el principio del fin

Cuando llegó la quiebra de las cajas de ahorro a todos se nos fue un trocito de nuestra alma al garete. Fue terrible ver cómo habían prostituido estas entidades para enriquecer a los cuatro avariciosos que hacían y deshacían a su antojo. Su función original, la de servir a los humildes, había quedado en el olvido.

Mira, si no llega a ser por Caja Cantabria, seguramente yo no estaría aquí escribiendo estas líneas porque mis abuelos nunca hubieran podido comprar la casa en la que nació mi padre y donde criaron a sus tres hijos en Bezana. Mi abuelo venía de Mogro, un pueblo que está a medio camino entre Santander y Torrelavega, y como en Cantabria sólo había supermercados en la capital, Santander, él iba con una furgoneta a las plazas de los pueblos a vender productos básicos. Hacía de supermercado sobre ruedas, yendo de pueblo en pueblo.

Mi abuela iba en tren a Santander a vender en un puesto del mercado de la Esperanza las frutas y verduras que cultivaba en el pueblo. Como no tenían ingresos del otro mundo ya te puedes imaginar lo que sucedió cuando fueron al Banco Santander a pedir la hipoteca, allí no querían saber nada de ellos. Fue Caja Cantabria quien les dio la oportunidad de prosperar.

 

Al igual que mis abuelos, muchos otros trabajadores sólo utilizaban las cajas de ahorro, eran una opción tan válida como los bancos. Además, la gente se sentía representada por la caja de su territorio. A un vasco le gustaba tener cuenta en la Kutxa, a un extremeño en Caja Extremadura y a un gallego en Caixa Galicia.

Estaban en su máximo apogeo cuando sucedió un evento clave en la historia de España que cambiaría para siempre su devenir: el 20 de noviembre de 1975 moría Francisco Franco y el país se dirigiría hacia la democracia. Comenzaba la transición.

Las Cajas de Ahorro eran uno de los pilares económicos, así que el gobierno decidió «democratizarlas». Dicho así suena muy bien, pero en la práctica consistió en arrebatárselas a sus fundadores. El Estado expropió esta magnífica obra que tanto bien hacía a la sociedad.

 

Jamás volverían a ser administradas por quienes las habían creado. Solamente el 10% de los puestos en el Consejo de Administración permanecieron para sus dueños. Los clientes ahora tendrían una representación del 20%, y quienes fueron su cáncer, políticos y sindicatos, se llevaron el 70% de las sillas.

Los fundadores habían quedado relegados a un tercer plano, su opinión ya no contaría en las futuras decisiones que definirían el rumbo de la entidad. Un plan sin fisuras esto de arrebatarle a los padres la criatura que tanto les había costado hacer crecer y en la que tanto amor habían puesto. ¿Qué podía salir mal?

Pues todo salió mal.

 

Lo que ocurrió en Caja Madrid fue premonitorio de la degradación que vendría después

La gran caja del país – su balance era superior al de muchos bancos – la dirigía Jaime Terceiro. Era un hombre súper preparado, muy pocos habían hecho más méritos para ocupar el puesto: catedrático de la Universidad Complutense y ex-director general del banco hipotecario de España. Pues se lo ventilaron en cuanto pudieron.

PP, Izquierda Unida y Comisiones Obreras hicieron un pacto vergonzoso y votaron para echarle de Caja Madrid. Sí, como lo oyes, los comunistas, los sindicatos y el PP se pusieron de acuerdo para algo, y no fue para establecer un pacto nacional por la educación, no. Fue para mover de la silla a Jaime Terceiro y poner en su lugar a Miguel Blesa (✝), un inspector de Hacienda afiliado al PP.

Echaron al competente para poner al amiguito. Así podían hacer y deshacer a su antojo sin que nadie hiciera preguntas incómodas.

 

En el resto de cajas sucedió lo mismo. Destituyeron a los directivos válidos para colocar políticos regionales y su séquito. Eso sí, con sueldos astronómicos y sus correspondientes prebendas.

Hasta Pedro Sánchez, el presidente de España, estuvo en el Consejo de Administración de Caja Madrid entre 2004 y 2009 (aunque él prefiera ocultar esta información, que no da muy buena publicidad).

En lugar de preocuparse por dar un buen servicio pasaron a convertirse en agencias de colocación. Para los cuatro privilegiados que estaban arriba, las cajas eran un chollo con el que se solucionaban la vida.

 

Los límites que habían hecho fuertes a las cajas desaparecieron. Y sin restricciones el desastre estaba garantizado

Antes te he dicho que, debido a la democratización de las cajas, el 20% de los puestos repartidos en el Consejo de Administración lo ocuparían los clientes. Esta política es de lo más absurdo, y como ni siquiera sabían con qué criterio seleccionar a clientes para que fueran directivos, llegaron a elegirles mediante sorteos. ¿Te imaginas entrar en el Consejo de Administración de Inditex porque te ha tocado en un ticket-regalo, en lugar de regalarte una bufanda?

Y lo peor no fue eso, lo peor fue que levantaron las barreras que las protegían de los mercados internacionales, y pasaron a funcionar exactamente igual que el resto de bancos. Bueno, en los bancos al menos las decisiones las tomaba un Consejo de Administración profesional que representaba a los accionistas. En las Cajas nadie sabía quién era el dueño (ya dijo en su día la ministra Carmen Calvo que el dinero público no es de nadie).

Entonces, como no había ningún responsable a quien rendir cuentas, empezaron a entrar en proyectos muy arriesgados buscando beneficios extraordinarios. Y esta vez no querían más dinero para financiar polideportivos, teatros o paradas de autobús, no. Querían extraer recursos de la Caja para llenarse los bolsillos y repartirlo entre los amiguetes.

 

La radical transformación en pocos años de la que casi nadie se acuerda

El nuevo modelo de las Cajas de Ahorro no se parecía en nada al negocio conservador, austero y local que había triunfado en la España de la posguerra. Los directivos ya no eran reputados profesionales con sueldos justos, ahora eran unos aprovechados que pretendían hacerse millonarios sacando el dinero de la entidad. Muchos no tenían estudios ni experiencia, su único mérito era haber estado afiliados al partido político de turno desde las juventudes.

Las relaciones entre empleados y clientes también pasaron a ser más frías. Antes el director de la oficina era Juanito o Pepito, a quien todos conocían porque le habían visto crecer desde que era un niño en la escuela del pueblo. Ahora llegaban empleados de fuera a quienes nadie conocía.

A su vez llegó la locura de las sucursales, surgía una en cada esquina y ocupaban los locales más caros de la ciudad. Recuerdo que en el centro de Santander (una ciudad pequeñita) te encontrabas en un radio de 3 o 4 calles la oficina de Caja Madrid, Caja del Mediterráneo, Caja Rural, Bancaja, Caja Duero o Caixa Galicia. Fue un fenómeno sin precedentes.

 

Habíamos pasado de una misión honesta ayudando a la gente de a pie, construyendo una Obra Social magnífica con la que todos salíamos beneficiados… A estar al servicio de políticos regionales y enchufados. Donde se compraban favores pagándoles las campañas electorales, se regalaban fiestas con prostitutas y drogas y, por si no lo recuerdas, llegaron a emitirse unas tarjetas black sin límite de gasto justificado.

¡Los directivos de las Cajas pagaron más de 15 millones de euros tirando de tarjeta! En el juicio posterior salieron a la luz en dónde lo gastaban: compraban joyas, ropa, tickets del casino, ¡hasta billetes de metro! Aunque la mayor partida fue escandalosa: retirada de efectivo desde el cajero.

Fue una época demencial. Eran consejeros que ya tenían sueldos millonarios, y aún así se dedicaban a ir al cajero a sacar todos los billetes que la maquinita les permitía. O es que no les alcanzaba con su retribución – en qué tren de vida se habrían subido -, o se habían convertido en adictos al robo.

 

Los sólidos pilares sobre los que las cajas se habían levantado ya no existían. El desastre era cuestión de tiempo

Por un lado los gastos estaban descontrolados. La caja se había convertido en una especie de Rey Midas: quien estaba cerca se hacía de oro. Y como no había ningún supervisor ni nadie controlaba nada, había vía libre para pisar el acelerador hasta los 200 por hora sin que la policía le diera el alto.

Por otro lado, todos estos excesos había que financiarlos, y lo hacían con negocios alternativos mucho más arriesgados que el negocio bancario, que daba para lo que daba, ya no le podías pedir más. Entonces, en lugar de pinchar la burbuja y bajar a la realidad, siguieron inflándola entrando en el sector que más dinero dio en la década de los 2000. Efectivamente, me estoy refiriendo al ladrillo.

En aquella época la gente compraba pisos y los revendía a los 3 meses, ¡con beneficios! Recuerdo una vecina nuestra que presumía de haber hecho ya 4 o 5 operaciones de compra-venta en las que había ganado varios miles de euros. Aunque también hay que decir que, quienes compraron su casa en la parte alta del ciclo, 2008-2009, se la comieron con patatas.

 

Esto de que hasta el taxista presumiera de ganar dinero vendiendo casas pintaba feísimo, tanto que los bancos privados habían detectado síntomas de burbuja y estaban escapando del sector. Habían acumulado demasiada exposición al ladrillo financiando hipotecas y sus departamentos de riesgo habían dicho basta. Ya no querían saber nada más del inmobiliario.

Ya te imaginarás quién entró a sustituir a los bancos… efectivamente, las Cajas de Ahorro. Allí, los niveles de riesgo los podía establecer un mono tirando dardos a una diana, así que entraron cegados por la codicia. Comenzaron a financiar promociones inmobiliarias a precios tan desorbitados que nunca se han vuelto a ver esos niveles.

Hubo promociones que incluso se empezaron a construir antes de tener la licencia de obra. Era un negocio tan fácil y daba tanto dinero, que daban por supuesto que no habría ningún problema para terminar la urbanización (pasándole el sobre por detrás al concejal de turno, claro). Así ocurrió lo que ocurrió, que cuando se empezó a tirar de la manta, aparecieron todas las vergüenzas.

Un cementerio inmobiliario. El «éxito» de las Cajas de ahorro se puede resumir en esta imagen

El juego de la patata caliente era divertido, y la fiesta podría seguir siempre y cuando el precio de la vivienda subiese mes tras mes, como había sucedido en los últimos 30 años. Y como todo esto no era suficiente, además las Cajas de Ahorro adquirieron las hipotecas basura, que eran los chalés que se compraban los curritos con antigüedad de 3 meses en el trabajo y con unos sueldos –  se le pagaba 3.000€ al mes a un currito por poner ladrillos – que no se correspondían con su productividad.

El milagro económico de España iba a llegar a su fin en cuanto los precios de la vivienda retrocedieran. Se estaban cometiendo excesos a la vista de cualquiera que tuviera ojos en la cara, aunque no todos lo quisieran ver, como el presidente de España Jose Luis Rodríguez Zapatero. El líder de nuestro país se atrevió a dar una infame rueda de prensa en Nueva York diciendo que «España tenía el sistema financiero más sólido del mundo».

La fantasía que dibujaba el político era muy diferente a la realidad. El barco hacía aguas por todos lados y se hundía sin salvación posible. Lo único que faltaba por establecer era la fecha de la defunción.

El precio máximo de la vivienda fue marcado en junio de 2007 (fuente: Banco de España), y desde ese momento las fichas de dominó empezaron a caer una detrás de otra. En los siguientes 5 años, más de 200.000 empresas echaron el cierre.

En junio de 2009, cuando la explosión había sido tan grande que ya era imposible de esconder, el gobierno salió a reconocer que el 90% de las cajas estaban quebradas. Esto implicaba decirles a millones de clientes que podían perder los ahorros de toda su vida.

El desastre se hizo realidad.

 

La burbuja inmobiliaria en España. El pico de los precios coincidió con la quiebra de las cajas

¿Y quién pagó la factura de la fiesta cuando dejó de sonar la música?

Meses antes de que todo saltara por los aires, los responsables ya se olían la catástrofe. En lugar de reconocer a tiempo los graves excesos que estaban cometiendo y frenarlo, intentaron esconder el bulto y escapar con medidas desesperadas. Lo único que consiguieron fue dar una patada hacia delante, para encontrarse el mismo problema – sólo que más agravado – unos meses después.

Necesitaban que alguien asumiera las pérdidas que ellos mismos habían generado, así que los directivos de las Cajas de Ahorro crearon un producto estafa: las preferentes. Y como lo tenían que colocar a toda prisa, fueron a por los más vulnerables, a por los abuelitos. Se sentaba el director de la oficina con ellos en su despacho privado – yo me fío de lo que tú me digas Juan, que llevas aquí toda la vida – y firmaban lo que les ponían por delante.

De este triste episodio te hablé en este post.

 

La segunda jugada fue ampliar capital emitiendo nuevas acciones. Intentaron colocarlas a precio de oro, ¡cuando no valían nada! ¡Si las cajas estaban quebradas!

Como ningún inversor con dos dedos de frente quería arrimarse a las Cajas – era imposible saber qué escondían en el balance – se dedicaron a venderlas de forma súper agresiva a todo el que se acercaba a la oficina. Ibas a pagar el recibo de la luz y te colaban las nuevas acciones. Y si no ibas, te llamaban por teléfono para ofrecerte «estos títulos tan sólidos, respaldados por blablabla…».

Estaban desesperados por tapar el agujero, necesitaban los ahorros de quienes habían sido cautelosos en la época de bonanza. El escándalo de Bankia fue el más sonado, con su vergonzosa campaña «Pasa de ser peluquero a BANKERO». Para que el engaño fuera creíble llegaron a falsificar las cuentas, pero les pillaron, como te conté aquí:

 

Y por último, fuimos los contribuyentes quienes pagamos la juerga que otros se habían pegado. No la pagaron quienes habían creado un monstruo imposible de parar. Ni quienes se habían aprovechado de él, no.

Cuando ya no había nadie a quien cargarle el muerto, los ciudadanos de a pie arrimamos el hombro con nuestros impuestos. El gobierno extendió un cheque por valor de 70.000 millones de euros para sanear el sistema financiero, de los cuales, según el propio Banco de España, 42.000 millones de euros serán irrecuperables para siempre. Es decir, que la broma salió a unos 1.000 euros por barba teniendo en cuenta todos los habitantes del país, incluyendo bebés, ancianos o incapacitados.

¿No crees que este triste episodio nos debería servir para extraer más de una valiosa lección para el futuro? A mi me parece que sí, y más que detenerme en cómo los seres humanos degeneramos y lo miserables que podemos llegar a ser cuando olemos dinero rápido y fácil, me parece importante ir al origen del problema. ¿Cómo comenzó todo, si las cajas funcionaban bien y daban un buen servicio a las familias humildes españolas, que eran la mayoría?

 

Aquella degeneración comenzó en el mismo momento en que el gobierno decidió expropiar las cajas de ahorros y arrebatárselas a sus dueños. No hacía falta que nadie interviniera la Obra Social, y en cuanto los políticos se metieron para hacerse las fotos de rigor y colgarse la medallita, es cuando estropearon una institución que llevaba existiendo más de 300 años. Aunque, desde mi punto de vista, hay que adentrarse todavía más en la raíz del problema.

¿Por qué uno o varios políticos pueden expropiar una empresa, o una fundación, o expropiarte la casa para que pase la autovía por allí? ¿Por qué tienen ese poder? La respuesta es porque se los hemos dado entre todos, y quizás hay que plantearse si está bien eso de que el colectivo pueda pisotear los derechos individuales, ¿no?

Esa es la gran lección que deberíamos extraer del desastre de las Cajas de Ahorro, porque si la raíz del problema no la destruimos, más adelante volverá a suceder exactamente lo mismo. Sólo que, en esta ocasión, en lugar de nacionalizar entidades bancarias, se nacionalizará otra cosa. Y el resultado ya sabes cuál será.

 

El trasfondo de mi curso de trading va en esa misma línea. En lugar de poner parches sobre las heridas comenzamos asentando unas bases sólidas para seguir insistiendo en ellas. Es justo lo que hicieron los fundadores de las Cajas de Ahorros, aquellos monjes que crearon los Montes de Piedad, y fíjate lo bien que funcionaron.

Si tu mentalidad es la de los políticos, o la de quienes se arrimaron a la Caja de Ahorros buscando pegar un pelotazo, siento decirte que este no es tu sitio. Y tampoco pretendo gastar palabras tratando de explicarte el motivo, porque me parece bastante evidente.

En tu mano está elegir a quién quieres parecerte. Si has elegido el camino de la honestidad entonces enhorabuena, porque te puede interesar esto que tengo para ti:

 

Programa formativo de 6 meses con operativa en directo y tutorías

 

Antes de terminar me gustaría saber si tuviste cuenta abierta en alguna Caja de Ahorros, o si acudiste a algún evento de los que organizaban, o si a alguien de tu familia le concedieron la hipoteca.

¿Me lo cuentas en un comentario?

Un fuerte abrazo y que tengas muy buen trading.

Enrique Mazón

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