Me parece de recibo traer a a escena estas entidades prácticamente desaparecidas en España.

No es la primera vez que son protagonistas en el blog. Te dejo el enlace de otro post donde encontrarás un repaso a la trayectoria que llevaron las Cajas de Ahorro:

  • Sus humildes orígenes donde daban servicio a las familias de rentas bajas que encontraban las puertas de los bancos cerradas,
  • La época gloriosa de expansión (en los 2.000 la mitad de las oficinas bancarias eran cajas de ahorro),
  • Los motivos de la decadencia, empezando por la expropiación de las cajas, siguiendo por los escándalos en los consejos de administración y terminando por los nuevos proyectos de alto riesgo en los que se embarcaron buscando más beneficios.

Pasamos a hablar de cómo quebraron. Revivamos aquellos momentos en que se destaparon las vergüenzas que habían estado escondiéndose tantos años debajo de la alfombra.

 

Tras varios años de desenfreno la fiesta terminó. Llegaba el momento de pagar la cuenta.

Todos los que habían estado chupando del bote desaparecieron como por arte de magia. No querían saber nada del tema. Resulta que nadie había estado allí. Dicen que las ratas son las primeras en abandonar el barco cuando huelen la tragedia. Pues eso.

El muerto había que cargárselo a otros No era fácil encontrar a quien encasquetarle el marrón, pero a alguien en la directiva de las cajas se le ocurrió una idea brillante: ir a por sus propios clientes.

Gente conservadora que había permanecido sin cometer excesos, con ahorros en el banco. Mientras otros fundían lo que tenían y también lo que no tenían. Había que ir a por ellos. Eran la diana perfecta.

Y vaya si lo hicieron.

 

Las Preferentes: una renta fija sin riesgo.. que daba un rendimiento hasta del 15%

Las cuentas de las cajas de ahorro estaban tiritando al borde del colapso, así que desde arriba las instrucciones fueron contundentes: había que recaudar el máximo dinero posible para tapar el agujero.

No intentaron captar depósitos o plazos fijos, las opciones más tranquilas. No.

Tenían que colocar las participaciones preferentes. Un producto del que nadie había oído hablar hasta la fecha.

 

Aquellas reuniones por las mañanas en la oficina donde se marcaban los objetivos comerciales debieron ser surrealistas.

Les explicaron cuatro nociones básicas – que además no tenían nada que ver con la realidad – y a correr. Como reconocieron en los juicios posteriores, ni los propios empleados sabían lo que estaban vendiendo.

Tenían unos objetivos por cumplir, poco les iba a importaba lo demás. Agacharon la cabeza e hicieron caso a las órdenes dadas para mantener su puesto de trabajo vivo y coleando. Nadie se salió del tiesto.

 

Entonces la maquinaria empezó a funcionar. El director pedía una cita en privado con cada cliente que entraba a la oficina.

Bueno, no con todos. Sólo con los que tenían una cuenta corriente jugosa.

Ese mismo director de toda la vida. En el que las familias confiaban a ciegas.

Era el encargado de asestar la puñalada trapera por la espalda.

Sentaditos en un despacho de lo más cómodo, dando la sensación de exclusividad, enseñaba el nuevo producto estrella que la Caja tenía entre manos: era una renta fija con un tipo de interés muy alto. Podía llegar a dar hasta el 15% de rentabilidad.

Y, sobre todo, era un producto seguro. Muy seguro.

Nada podía salir mal.

Pero, ¿qué eran en realidad las preferentes?

Ya sólo la descripción olía a tufo que tiraba para atrás: nadie regala duros a cuatro pesetas.

Es imposible conseguir un 15% sin riesgo. Aunque no te lo estén diciendo tiene que haber una contrapartida. Es de sentido común.

Lo que pasa es que los clientes no quisieron verlo.

Pecaron de exceso de confianza. O de avaricia (en aquella época hasta el más tonto se había hinchado a ganar dinero comprando pisos).

Y eso les salió caro.

 

Realmente nadie entendía en qué consistía. La única información era la que daban en la sucursal:

Decían que era como un bono, sólo que con un tipo de interés mucho más atractivo que las letras del tesoro.

Esa era la primera falacia: venderlo como renta fija cuando no lo era.

Las participaciones preferentes son una porción de capital sin vencimiento, a perpetuidad. Similar a las acciones ordinarias.

La segunda mentira venía con la rentabilidad.

Lo que no decían – porque ni ellos mismos lo sabían – es que el pago no estaba asegurado. Dependía del resultado de la empresa.

Y lo tercero, que era lo más grave: podían causar pérdidas.

El funcionamiento era similar a comprar una acción cotizada. Si compras a 5 y vendes a 4 has perdido un 20%.

En resumen, las características de las preferentes eran estas:

  • Son una porción de capital a vencimiento perpetuo. Como las acciones.
  • No da derecho a voto en la junta de accionistas.
  • La rentabilidad no está garantizada, pues depende de los resultados.
  • Tienen prioridad en el pago de dividendos, pero en caso de liquidación son las últimas en cobrar.

 

El éxito de la colocación: 700.000 familias afectadas y 30.000 millones de euros congelados

La venta de las preferentes fue un logro sin precedentes. Supongo que en los afterworks correría el champán. Los objetivos se habían cumplido con creces.

Pero las mentiras tienen las patas muy cortas. La verdad estaba a punto de salir a la luz.

Al principio las preferentes se podían intercambiar fácilmente porque otro cliente las compraba. Había liquidez de sobra en el mercado secundario. No daban ningún problema.

Hasta que algunas operaciones empezaron a quedarse sin comprador. Los clientes necesitaban liquidez y no podían obtenerla.

En la oficina les decían que no era posible vender las preferentes.

Es cuando saltaron todas las alarmas.

 

Con el Corralito llegaron momentos de pánico. Los ahorros estaban bloqueados

La bomba que venía cociéndose desde tanto tiempo atrás al fin estalló.

De repente casi un millón de personas en España no pueden tocar sus ahorros. De un día para otro se encuentran con un NO por respuesta en la sucursal.

«Lo siento. No es posible recuperar ese dinero»

Algunos casos eran dramáticos: habían metido lo de toda la vida.

100.000 euros, 200.000 euros.. Habían hecho caso a ciegas al director del banco confiando en su palabra. La jugada había salido fatal.

Salían imágenes donde se veían a clientes con ataques de ansiedad. Su futuro y el de sus hijos había desaparecido en un abrir y cerrar de ojos.

Y no podían hacer nada por evitarlo. Habían sido estafados.

 

Todo el mundo calló. Perdón, caímos.

Mi familia también compró preferentes. Aunque nos libramos por poco de lo más gordo.

Unas semanas antes del escándalo mi madre tuvo jaleo con una empleada de Caja Cantabria por un pago que no había autorizado y la empleada lo había realizado por sus narices. Se cabreó y al día siguiente dio orden de vender todo lo que tenían en preferentes.

A los pocos días ya no era posible efectuar retiradas.

Nos salvamos por los pelos.

 

Los jueces dieron la razón a los clientes. A todos

La gente no iba a quedarse de brazos cruzados viendo cómo les habían estafado miserablemente.

En Estados Unidos para este tipo de casos se elaboran demandas colectivas. Los afectados interponen una demanda conjunta y hay solamente una sentencia.

Pero en España eso no existe, hay que ir uno por uno.

Tenía que resolverse caso a caso. Demanda a demanda.

Aunque fueron unos trámites lentos, por los juzgados comenzaron a desfilar los afectados. Fue un goteo incesante.

Yo mismo acudí como estafado. Mis padres, con toda su buena fe, habían metido parte de mis ahorros en preferentes. El juez me preguntó por las palabras que había dicho el director y poco más.

Por aquel entonces no tenía ni 20 años. No tenía ni idea de lo que pasaba.

 

Como era normal, los jueces dieron la razón a todos los clientes. Las primeras sentencias marcaron la jurisprudencia y el resto era prácticamente una repetición:

«El director de la sucursal me dijo que era un producto garantizado sin riesgo y le hice caso. Confiaba en él».

Entonces comenzó el rodillo: los bancos estaban obligados a devolver el dinero con intereses. Hasta el último céntimo.

Aunque tuvimos que esperar unos años para ver el reintegro de nuevo en cuenta, al final se hizo justicia.

 

Sólo las Cajas de Ahorros lanzaron las preferentes. Ningún banco privado estafó a sus clientes

Antes de terminar este apartado sobre uno de los capítulos más oscuros de la banca española quiero refrescar la memoria para que algunas cosas no queden en el olvido.

Cuando la crisis del ladrillo estalló veíamos unas colas del paro que daban la vuelta a los edificios. Se contaban por miles cada día. Muchas familias estaban desesperadas al verse de repente sin trabajo.

La crispación se notaba en el ambiente. ¿Cómo habíamos pasado de ser «El sistema financiero más sólido del mundo» (Zapatero, 2008) a vernos mendigando para comer, con decenas de cementerios inmobiliarios que no servían para nada?

Había que encontrar unos culpables y cargar sobre ellos el escarnio público.

La cabeza de turco perfecta fueron los banqueros.

Parecía como si fueran los únicos culpables de todo lo que había sucedido.

  • Ellos habían obligado a los políticos a llevárselo calentito,
  • También habían obligado a algunas familias a asumir hipotecas de medio millón de euros con dos años de antigüedad en el trabajo,
  • Y a construir urbanizaciones en zonas desérticas donde no viviría nadie en su sano juicio.

Se les puso de malvados especuladores sin corazón. Sus caras estaban en los informativos.

Aquellas personas no podían salir a la calle.

 

Pues mira, quiero romper una lanza en su favor:

Ningún banco privado lanzó preferentes. Ni el Santander, ni BBVA, ni Bankinter. Ninguno.

Fue un producto comercializado exclusivamente por las Cajas de Ahorros. La banca dirigida por políticos y sindicatos.

De hecho, los departamentos de riesgos de los bancos avisaron antes de que todo saltara por los aires. Empezaron a quitarse inmobiliario, se olían que la cosa no iba bien.

¿Sabes quién compró lo que los bancos ya no querían tener en los balances? Las Cajas de Ahorros.

Necesitaban entrar en proyectos de alto riesgo para seguir repartiendo millones entre los amiguetes colocados a dedo.

 

Lo fácil era hablar mal de los banqueros. Poner a parir a Botín y a Jose Ignacio Gorigolzarri, pero nadie hablaba de la que habían liado los políticos. Ni qué hablar de los sindicatos, quienes también se lo habían llevado a manos llenas.

Hasta los representantes de la patronal estaban implicados.

Pero sólo se hablaba de los banqueros.

Lo más sangrante fue la solución que algunos partidos políticos propusieron pocos años después, cuando nació el movimiento 15-M. Sí, la gente estaba hasta las narices de muchas cosas, pero el remedio iba a ser peor que la enfermedad.

Para los problemas de la banca no se les ocurrió, ni más ni menos, que proponer un banco público.

¡Pero si veníamos de una Banca Pública! Con políticos, sindicatos y patronal metidos en el ajo. Y fíjate cómo terminó el experimento.

Yo me preguntaba:

¿Otra vez?

¿De verdad no hemos aprendido nada de lo que acaba de suceder?

¿O si que hemos aprendido?

La sensatez se impuso y estas propuestas extremas nunca llegaron a ser una realidad. La memoria de aquellos dramas vividos cuando los abuelos no podían retirar su dinero estaba muy reciente y decidimos no volver a caer en lo mismo.

En eso consiste la vida. En probar cosas. Y si funcionan, tiras para adelante con ello. Si no funcionan, las descartas.

Pobre del que nunca se haya equivocado. Porque no habrá aprendido nada. Habrá tenido una vida sosa, sin sobresaltos. Sin emoción.

 

Mira, la estrategia que enseño en mi curso de trading no es fruto de la casualidad. Ni de haber ganado todos los días desde que empecé en esto de la bolsa. Qué va.

Está construida tras haber recibido muchas leches. Con la mano abierta en toda la mejilla.

Pero después de cada bofetón he ido perfeccionando los patrones. Y al final encontré lo que realmente funciona.

Después de muchos años de ensayo y error el resultado final lo tienes aquí:

 

Operativa en Directo con la Reversión a la Media

 

Y ahora me gustaría conocer tu historia:

¿Tuviste problemas con las preferentes, o alguien de tu familia?

¿Te fiarías a día de hoy de lo que te recomendara el director de la sucursal?

¿Revisas las especificaciones de los productos financieros antes de contratarlos?

Un fuerte abrazo y muy buen trading. Esta vez sin preferentes de por medio 😉

Enrique Mazón

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