– ¿Ves ese árbol que está ahí? El roble grande.

– Si, claro que lo veo. Es muy bonito.

– ¿Sabes por qué te puedes tumbar debajo y estar debajo de su sombra?

– No. No lo había pensado.

– Porque alguien lo plantó hace 100 años.

Warren Buffet, el mejor inversor de todos los tiempos


 

Cuando empecé a trabajar y todavía no me podía permitir vivir solo, estuve compartiendo piso en el barrio de Hortaleza, al norte de Madrid, con un tío bastante peculiar. Rodrigo era el típico bohemio que pretendía arreglar el mundo dando discursos moralistas a los demás sobre qué debíamos o qué no debíamos hacer, pero sin tomar él ningún tipo de acción. Sólo tenía fuerzas – y mala leche – para quejarse del sistema desde el sofá de casa.

Para mí conocerle fue impactante, porque Rodrigo era informático, cobraba un sueldazo y podía haberse ido a vivir con su novia perfectamente si hubiera querido. Durante mucho tiempo no entendí por qué él no dio el paso. O igual es que ella no veía claro lo de tener a un pelma quejica todo el día arrastrándose por casa.

Digo que conocerle me chocó porque no podía entender cómo un tío que vivía mejor que el 95% de la población mundial, se pudiera quejar de ese mismo sistema que le hacía un privilegiado. Luego, en cuanto hilabas tres frases seguidas con él, te dabas cuenta de que sus argumentos no se sostenían por ningún sitio. Lo único que sabía hacer era tirar de repertorio con eslóganes que había escuchado por ahí fuera a otros genios, y que en su cabeza debían de sonar espectaculares.

 

Las discusiones que teníamos sobre política eran terribles, porque era una persona que no atendía a razones. Me parecía increíble que, un tío inteligente como él, no fuera capaz de argumentarme las ideas que defendía con tanto ahínco. Parecía que alguien le pagaba por gritarme como si estuviéramos en un programa de televisión, lo que pasa es que él no era un tertuliano de La Sexta.

Recuerdo algunas frases suyas que, en ocasiones, me desesperaban. Como cuando se fue de vacaciones a un resort en Indonesia para estar todo el día haciendo Snorkel (buceando) en playas con arena fina y agua cristalina caliente. Y comiendo langostas recién pescadas por los lugareños, pagando cuatro duros.

Eso sí, a un paso de ese lujo reservado para los europeos y americanos vivía mucha gente en la pobreza extrema. Pero de eso él no se daba cuenta. O no quería darse cuenta:

«Pues en Indonesia les he visto súper felices, y además es un chollo, ¡puedes comer por menos de 2 euros al día! No como aquí, que estamos atrapados por el consumismo».

Le respondí que si todo el mundo es tan feliz allí, podría mudarse y estar viviendo con sus mismas condiciones de vida. Es decir, ganando 300 euros al mes. Y que cuando le sucediera algo y tuviera que ir al médico, a ver cómo lo pagaba.

Entonces se puso amarillo, me pegó cuatro berridos cargados de rabia y frustración, y se dio la vuelta. Ojo, que te estoy hablando de un adulto con casi 40 años. Enserio, era una situación lamentable.

 

Luego estaba otro clásico. El de echar la culpa a Estados Unidos de los males que asolaban al resto del mundo. Como no podía ser de otra manera, detrás de la desastrosa crisis venezolano había una mano negra americana:

«Venezuela está fatal por culpa del sabotaje de Estados Unidos. Son unos desgraciados, ¡no les dejan progresar! Les tienen bloqueado el comercio y así, es imposible hacer nada».

Ya, por eso los hijos de Nicolás Maduro y Hugo Chavez son multimillonarios y viven en apartamentos de varios millones de dólares en Nueva York o en Londres, y viajan por el mundo luciendo relojes de oro y los vehículos más caros. Debe ser la mejor manera de distribuir la riqueza nacional. Que unos pocos privilegiados tengan mucho, y que la mayoría viva con casi nada.

Sucede que los valientes como Rodrigo no se atreverían a decir esas barbaridades a uno de los millones de venezolanos que han escapado a pie del país, cruzando la frontera solamente con una mochila cargada a su espalda. Debe ser que renunciar a todas tus pertenencias, a tus raíces y a tu familia, lo haces por gusto. Porque cualquiera está encantado de dejar atrás un paraíso y empezar de cero en un lugar donde le van a mirar siempre desde arriba, con aire de superioridad.

Bien, por si no lo habías notado en estos últimos párrafos estoy siendo irónico, que a veces todo hay que explicarlo.

 

Otro de los clásicos de Rodrigo era meterse con los ricos (¡ojo, que con su renta anual él sería considerado rico en muchísimos lugares!). Y, cómo no, había que buscar alguna excusa para quitarles su dinero por la fuerza:

«Con lo que se ahorran en impuestos esos asquerosos millonarios de las Sicavs el país no tendría déficit».

Una vez me aburrió tanto con ese tema que abrí el ordenador, entré en el Instituto Nacional de Estadística y me descargué los datos de la contabilidad nacional para hacerle ver cuán equivocado estaba. No me hicieron falta más de 5 minutos para demostrarle que la recaudación extra que el país podría obtener por las Sicavs – tributando a un 21% sobre plusvalías en lugar de al 1% – no pagaría ni un mes de las pensiones. Y ahí sí, esta vez se tuvo que callar.

 

El repentino interés que tuvo Rodrigo por el trading en cuanto vio la posibilidad de hacer dinero. Y cómo terminó haciendo justo lo contrario a lo que decía. «Estos son mis principios, pero no se preocupe, que tengo otros»

Sabiendo cómo se las gastaba Rodrigo imagínate cómo reaccionó cuando le conté en qué consistía mi trabajo: especulaba en los mercados buscando ganar dinero en operaciones rápidas. Me puso de demonio para arriba, diciendo todo tipo de burradas. Que si yo no generaba valor a la sociedad, que si me aprovechaba de los pobres de no se dónde, que si mi trabajo debería prohibirse…

Luego, después de lanzar estos bramidos, poco a poco se fue interesando por lo que hacía y me preguntaba. Debo reconocer que se le daban bien las matemáticas y la estadística y aunque ladraba una cosa, en el fondo le llamaba la atención cuando me veía trabajar con los gráficos. Le expliqué un poco por encima en qué consistía mi estrategia, y también le dije qué programa utilizaba, Metatrader, el cual se descargó en cuanto me di la vuelta.

Cuál fue mi sorpresa cuando, a los pocos días, Rodrigo vino a decirme que se había abierto una cuenta de trading. Y no sólo eso, sino que estaba entusiasmado con las operaciones de compra y venta que estaba realizando, porque le estaba yendo bastante bien. Definitivamente, Rodrigo tenía potencial para ser un buen trader, y él mismo se acababa de dar cuenta.

 

A las pocas semanas Rodrigo abandonó el piso y perdimos la relación, éramos muy diferentes y a mi no me apetecía seguir en contacto con alguien que me restaba mucha más energía de la que me sumaba. Cuál fue mi sorpresa cuando, pasado un tiempo, recibí un mensaje suyo. Me escribía porque tenía ganas de enseñarme sus hazañas en bolsa.

Durante el último año había comprado y vendido muchas acciones. Había aprovechado la volatilidad tan alta que vivimos en la época del COVID, y había ganado muchísimo dinero porque en unas pocas semanas algunos títulos se habían revalorizado más del 50%. Rodrigo estaba eufórico con sus resultados, y no se conformaba, quería más.

Yo estaba alucinando con aquella situación que era, a todas luces, surrealista. La misma persona que me había increpado a la cara, tildándome de gentuza sin escrúpulos, ahora estaba encantado surfeando la ola del mercado. Aquello no había por dónde cogerlo.

 

Entonces aproveché para recordarle nuestras conversaciones, en las que me echaba en cara que yo trabajara para una empresa que hacía trading intradía. Según sus ideales, mi compañía debería de estar prohibida, porque no aportábamos nada al mundo. Le dije con ironía que ahora se había pasado al lado oscuro.

Eso le debió revolver por dentro, porque de repente se puso muy nervioso. Al principio no sabía por dónde salir hasta que, pasados unos segundos, se recompuso. Entonces fue capaz de articular una frase que sigo recordando a día de hoy:

«Kike, yo no estoy especulando. Estoy invirtiendo, que no es lo mismo»

No sé cómo conseguí aguantarme la risa después de escuchar aquella fantochada, pero lo logré. Entonces me despedí con amabilidad, y desde entonces no hemos vuelto a hablar. Y, la verdad Rodrigo, si me vuelves a llamar por teléfono, esta vez no te lo cogeré.

Aunque preferí callarme para no entrar en una discusión que no iba a ningún sitio, hoy pienso aprovechar este post para contestarte. Rodrigo, si estás leyendo, que sepas que nuestra conversación no estaba terminada. Podría haber continuado de la siguiente manera:

 

Pero, ¿de verdad existen diferencias entre los especuladores y los inversores como decía mi antiguo compañero Rodrigo? ¿O es que él necesitaba justificarse para sentirse mejor?

La gente asocia en la mente a un especulador como un aprovechado, alguien que quiere conseguir mucho con poco esfuerzo. Y lo mejor, es que están en lo cierto, pudiendo elegir entre trabajar poco ganando mucho, o trabajar mucho ganando poco… ¿Quién escogería, en su sano juicio, la segunda opción?

Lo que sucede es que un especulador no hace daño a nadie, más que nada porque no tiene ese poder. A la única persona a la que puede hacer daño es a sí mismo. Porque especular conlleva unos riesgos de los que te hablaré más adelante.

En cambio, cuando te refieres a un inversor parece que estás hablando de alguien serio, una persona de confianza y honesta. Y esta creencia tampoco tiene por qué ser cierta.

 

Este error común es la típica falacia ad populum: asumimos que algo es cierto simplemente porque la mayoría (populum) asume que lo es. Pero como tú quieres salirte del rebaño y pensar con independencia, veamos cuánto hay de verdad en que unos sean los buenos y otros los malos. Lo primero que voy a hacer es investigar en las raíces de la palabra especular.

Especular viene de la palabra speculari, que en latín significa «observar desde arriba». Tiene dos palabras íntimamente relacionadas: por un lado specula, interpretado como el espacio de observación situado en la parte superior de una torre o un observatorio; y por otro lado specio, que remite a la acción de observar.

 

El segundo paso es abrir el diccionario. Revimos qué significado devuelve la RAE con la palabra «especular»:

  1. Reflexionar en un plano exclusivamente teórico
  2. Hacer conjeturas sobre algo sin el conocimiento suficiente

Parece que estos señores de la Real Academia de la Lengua Española llevan algo de razón. Porque cada vez que especulas en el mercado estás haciendo justo lo que dice el diccionario:

  • Tomas la decisión de entrada en base a una «reflexión teórica». En otras palabras, esa reflexión teórica son las reglas de tu sistema de trading.
  • «Haces conjeturas sin tener el conocimiento suficiente». Correcto, ya que es imposible asegurar el 100% de éxito en ninguna estrategia. En ninguna.

Parece que el término oficial de especulador se corresponde con la realidad. Así que vamos con el otro protagonista del post: el inversor.

 

El Inversor nunca tiene las ganancias garantizadas (aunque esto nadie lo dice). Por eso el especulador y el inversor son primos hermanos. Aunque te quieran hacer creer lo contrario

Espero que no hayas dejado el diccionario muy lejos, porque toca abrirlo de nuevo. Vamos a buscar qué es invertir:

  • «Emplear una cantidad de dinero en un proyecto o negocio para conseguir ganancias»

No puedo estar más en consonancia con esta definición. Estarás conmigo de acuerdo en que para invertir hay que utilizar un capital, con el que adquieres un activo esperando retornos en el futuro, hasta aquí nada nuevo. Ya sea invertir en la compra de una casa para alquilarla, o en la compra de una acción que da dividendos, o en la compra de una licencia de taxi para tú trabajarlo.

 

La trampa está en lo que oculta la definición. Te recuerdo que invertir es «emplear una cantidad de dinero en un proyecto para conseguir ganancias». Pero… ¿el inversor siempre obtiene esas ganancias?

La respuesta es NO. Lo normal es recibir las rentas esperadas si hace las cosas bien. Pero, en ningún caso, los beneficios de ninguna inversión están garantizados.

El inversor también puede equivocarse, y los errores le saldrán caros porque perderá su propio dinero. Es por ello que los inversores y los especuladores en el fondo son la misma cosa. Porque el inversor especula

 

Ningún inversor cuenta con la certeza absoluta de los beneficios futuros

 

Vaya, si resulta que el especulador y el inversor no son tan diferentes como nos quieren hacer creer:

  • Ambos toman una posición en el mercado esperando retornos, arriesgando su dinero.
  • Basan sus decisiones en el conocimiento adquirido, pero nada les garantiza el éxito.

Resultaba que, desde un principio, habían parientes y hasta el momento ni te habías dado cuenta. ¿Cómo puede ser que todo el mundo los vea como si fueran enemigos? ¿Por qué se empeñan en enfrentarlos cuando resulta que tienen muchas cosas en común?

Hay una razón por la que esto sucede. Paso a contártela.

 

Aunque el Inversor también especula, lo asociamos a una visión de largo plazo. Y eso nos gusta

Seguro que te gusta ver cómo se han hecho las cosas toda la vida, y sobre todo, lo que más te gusta es ver que nada cambie con el paso del tiempo, que las cosas sigan exactamente igual que como las conocías. Recuerdo que tuve esa misma sensación cuando regresé de estar viviendo un año en Inglaterra: ¡me encantaba ver que la panadería seguía estando donde estaba la panadería, que detrás de la barra del bar seguía siendo el mismo hombre, o que los horarios de los trenes no habían cambiado! Nos da cierta seguridad ver que, aunque

Bien, pues con las inversiones tradicionales también sucede. Te digo esto porque la inversión más importante de tu vida será tu propia casa (y no el coche, que es un pasivo que solamente se deprecia y genera gastos, en contra de lo que piensa la mayoría). Una vivienda te protege de la inflación, y además puedes obtener rentas de ella.

Invertir en una casa también supone un esfuerzo y un compromiso a largo plazo. Muy poca gente la puede pagar en 2 o 3 años, lo normal es amortizarla en más de 15 años. Y tal y como están las hipotecas hoy en día, no es raro ver préstamos que alcanzan los 40 años (lo cual me parece una barbaridad).

 

Por lo tanto, parece que invertir está bien porque transmite estos valores positivos:

  • Te permite tener un techo sobre el que dormir,
  • Puedes formar una familia,
  • Te comprometes a trabajar durante mucho tiempo para pagarla.

Ahora bien, ¿invertir en una casa siempre es una buena decisión? ¿La vivienda que compres siempre se va a revalorizar?

Por supuesto que no, y aquí está el componente especulativo que tiene toda inversión. Y si no me crees, pregúntales a quienes compraron su casa en el pico de la burbuja inmobiliaria – como les sucedió a mis tíos – , cuando los precios alcanzaron máximos entre los años 2006 y 2008. Diles que las casas siempre se revalorizan, y mejor sal corriendo deprisa porque si te alcanzan igual te pegan un bofetón por reírte de ellos en su cara.

 

Otra inversión tradicional es la puesta en marcha de las empresas

Las estadísticas para todos aquellos que se animan a arrancar un negocio no pueden ser más descorazonadoras: más del 80% cierran antes de los dos años de vida. Esta cifra es fiel reflejo de la sociedad actual: pensamos que emprender será un camino de rosas, pero nada más lejos de la realidad. La mayoría, en cuanto se dan cuenta de que van a necesitar poner encima de la mesa mucho más de lo que al principio pensaban, tiran la toalla y adiós muy buenas.

Por eso tienen tanto mérito las empresas que perviven, porque han dedicado mucho tiempo, esfuerzo y dinero para llegar hasta donde han llegado. Y porque han sorteado las crisis, fortaleciéndose por el camino, haciéndose «antifrágiles», como diría Nassim Taleb. Ninguna compañía empezó surfeando la ola desde el minuto uno, siempre compiten en una carrera de fondo, con una visión de largo plazo.

Ahora bien, el hecho de que una empresa haya sobrevivido muchos años no le garantiza nada. Si se equivocan tomando decisiones, o si no trabajan duro, en cualquier momento pueden comenzar una trayectoria descendente. Y si no me crees, te dejo hago un pequeño repaso de torres bien altas que cayeron:

  • Nadie pensaba que Kodak, la líder mundial en fotografía, pudiera quebrar. ¿Quién no tuvo en su día una cámara Kodak? Pues, a pesar de ser la referencia en cámaras de fotos, en 2012 declaró la bancarrota.
  • También parecía imposible que General Motors pudiera bajar la persiana, ya que era el mayor grupo fabricante de automóviles del mundo. Fabricaban las marcas Cadillac, Chevrolet u Opel, entre otras. Y en 2009 tuvo que ser rescatada por el gobierno americano.
  • Hasta el banco más antiguo de Inglaterra, el Barings Bank, se esfumó de la noche a la mañana. ¡Y la culpa la tuvo un trader de futuros, Nick Leeson, que operaba sin ningún tipo de control desde Singapur! Aquel trader acabó en la cárcel, pero el banco no aguantó sus pérdidas millonarias y se lo llevó por delante, te conté aquella historia en este post.

 

La conclusión a la que quiero llegar es que todas las inversiones tienen un riesgo, todas. Puedes invertir en una empresa con directivos cualificados, técnicos especialistas en su ámbito, y ser líder en ventas… pero siempre habrá un componente especulativo. El resultado final, ganar o perder, nunca lo sabrás de antemano, como la vida misma.

 

La mala fama del Especulador viene por uno de los cánceres imposibles de remediar. Me refiero a la ENVIDIA

Imagina que llevas varios años intentando conquistar a la chica de tus sueños, pero ninguna estrategia te da resultado. Le has invitado a cenar a los mejores restaurantes de la ciudad, le has arreglado el coche cuando se le estropeó, te has comido toda su basura emocional escuchando sus problemas en el trabajo, con su familia y con sus amigas. Y lo único que has conseguido con ella es rozarte ligeramente porque, de vez en cuando, te da un abrazo al despedirse de ti.

Un día llega un hombre bien vestido, seguro de sí mismo, le dice cuatro tonterías, le pide su teléfono – que no el Instagram, ojo, que éste tío no ha venido a hacerse fan de nadie – y en un par de días la tiene metida en la cama. Y tú, que llevas 3 años sin comerte un rosco, acabas de ver cómo otro se la lleva delante de tus narices ¿No te daría que pensar?

Alguien inteligente, en lugar de enfadarse con el universo o de pensar «cómo se atreve a hacerme esto, con todo lo que la he cuidado», se fijaría en cómo se ha comportado el guaperillas confiado, y trataría de replicarle en la medida de lo posible. Esa, repito, sería la actitud de alguien que se ha dado cuenta de lo mal que lo ha estado haciendo hasta la fecha, y tiene propósito de cambiar para obtener resultados. En cambio, la masa, la mayoría, se convertiría en su hater, le pondría a parir y seguiría comportándose exactamente igual, cuando en el fondo estarían rabiando por dentro.

 

Bien, te he hablado del hombre que se estaba dejando el alma por una mujer y no conseguía nada, frente al otro hombre se llevó el premio gordo con el mínimo esfuerzo, porque podríamos asociarlo a los conceptos de inversor y especulador. A ver, el ejemplo expuesto no es lo que sucederá habitualmente en la discoteca ni mucho menos, pero quería meter un contraste acusado para que vieras claramente la diferencia. Y creo que lo he conseguido.

También podríamos ver al inversor como el propietario de la finca que planta un árbol joven y lo riega todos los días, esperando tenerlo dentro de 20 años robusto y frondoso. Así se aprovechará de su sombra, y las tardes de verano se echará una siesta que le sabrá a gloria. Y aun así, ni con todos los cuidados del mundo tiene garantizada ese descanso, porque un parásito lo puede matar y que se le pudra, destrozando todo su trabajo.

En cambio el especulador es el vecino de al lado, a quien se la ha ocurrido crear un fertilizante especial, y con el que el árbol crece mucho más rápido. En sólo un par de años se está echando esa misma siesta con la que su vecino sueña todas las tardes. Es como si estuviera atajando, consigue beneficios rápidos, y eso nos repatea.

 

Al especulador se le ve como un aprovechado del sistema: la mayoría se desloma para ganarse la vida, y llega el listo de turno, hace su apuesta, y le sale bien. Lo cierto es que al especulador exitoso se le tiene envidia, por eso se le intenta despreciar atacándole.

Pero de lo que nadie habla es de los riesgos que corre el especulador, o de la cantidad de ocasiones en que sus apuestas saldrán mal. De 100 chicas a las que el guaperillas entre en la discoteca, 99 le van a mandar a paseo de primeras (como es lógico). O si al especulador le da por probar uno de esos «fertilizantes mágicos», puede que arruine su terreno para siempre por haber inyectado un producto que a saber qué contenía.

El camino del inversor es más lento, pero también más seguro. Y el especulador corre riesgos que el inversor no está dispuesto a correr. El ratio riesgo / beneficio no engaña a nadie: cuanto más arriesgas, más puedes ganar, pero mayor será la derrota.

 

Estos ejemplos del que quiere ligar rápido o el que planta un árbol y se sienta a esperar que crezca están muy bien. ¿Pero qué me dices de la especulación e Inversión en el Trading?

Antes de terminar, quiero dejar claro que yo no he inventado nada, en este artículo solo plasmo una realidad. Los conceptos de especulación e inversor llevan siglos existiendo. De hecho, Henry Dow ya mencionaba la figura del especulador en el libro que recopila sus enseñanzas, «La Teoría de Dow» (The Dow Theory), del año 1932.

Le definía como una figura imprescindible para garantizar el progreso de la sociedad. Sin los aciertos de los especuladores y, sobre todo, sin sus errores, no avanzaríamos. Nos quedaríamos estancados.

Te dejo el enlace a la reseña que hice del libro «La Teoría de Dow» por aquí, y continuamos:

 

En lo que se refiere a las finanzas, o al trading, el inversor pisa un terreno mucho más estable que el especulador. A ver, te he dicho que cualquier inversor puede perder dinero, porque es cierto. Pero teniendo una cartera diversificada con 20 o 30 acciones, muy mal se tiene que dar para, a largo plazo, terminar en rojo.

En cambio, el especulador suele caminar sobre arenas movedizas. Porque sí, los famosos especuladores conducen un Aston Martin, lucen en su muñeca un Rolex, y les acompaña una modelo finlandesa. Pero los especuladores que no salen en la tele – la mayoría – son los que solamente gastan para penas en bolsa, sin encontrar ninguna alegría.

Seamos realistas, quien es capaz de especular en un mercado y ganarse la vida haciéndolo correctamente, está demostrando una inteligencia por encima de la media. Esa es la realidad, dedicando menos tiempo y menos dinero – porque utilizan correctamente el apalancamiento – consiguen mejores resultados que el resto. ¿A ti no te gustaría estar en su lugar?

 

Ahora bien, para especular con sentido, como lo hace el del Aston Martin, hace falta tener varias cosas imprescindibles, porque sino vas derechito al cementerio de traders. El primer requisito es contar un Sistema sólido, con sus Reglas de Entrada y Salida al mercado. Porque sin eso, cada vez que abres un gráfico vas ciego.

También te hace falta unas reglas de Gestión Monetaria que te permita aguantar las malas rachas y apretar en las buenas. Además, si lo acompañas de un algoritmo que te ayuda a estudiar el mercado desde un punto de vista estadístico, habrás reunido todas las piezas del puzle. Ya sólo te hace falta paciencia, y ponerte a montarlo poco a poco.

Si no eres capaz de hacerte con estas partes por separado para unirlas después, no te preocupes, las puedes encontrar en el Curso de Trading de esta Academia. Y no sólo eso, sino que estarás 6 meses practicando para salir al mercado preparado para enfrentarte a una batalla. Enserio, si quieres especular bien ponte las pilas y hazlo bien desde el principio:

 

El Curso de Reversión a la Media: 6 meses de Trading con operativa en directo y tutorías

 

Me gustaría saber tu opinión sobre la inversión y la especulación. ¿También los veías como dos enemigos que no se hablan? ¿Te sientes identificado con alguno de ellos?

Un saludo y muy buena inversión.. o  especulación 😉

Enrique Mazón

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