Estamos llegando a una bifurcación y, como en el poema de Frost, dos caminos se abrirán ante nosotros.

El primero, más amplio pero más oscuro, continuará el camino al precipicio que llevamos una década transitando. La senda del scroll infinito, el consumo de contenido inconsciente y la sobreestimulación constante.

Empezamos ilusionados por la novedad y la promesa de una mayor conexión social. Coleccionábamos amigos en Facebook y olvidábamos a aquellos pocos a quienes llamaríamos si tuviésemos un problema. Cenábamos con el móvil en la mesa, incapaces de mantener una conversación mientras reclamaban nuestra atención en realidades paralelas.

«¡Dinnnnng! ¡Dinnnnng!». Teníamos que saber qué decía ese mensaje. Podía ser importante. Nunca lo era.

Luego las redes sociales pasaron a convertirse en plataformas de contenido. Envidiábamos vidas ajenas, discutíamos con cuentas anónimas y veíamos vídeos de recetas que sabíamos que nunca intentaríamos hacer.

Ya no hay novedad, ya no hay engaño. El modelo de negocio es claro. La economía de la atención —de tú atención— es rentable y las empresas tecnológicas seguirán invirtiendo millones para que las mentes más brillantes del planeta diseñen sistemas con los que mantenerte enganchado a la pantalla y, así, seguir bombardeándote con publicidad hipersegmentada.

En este camino la gente cada vez está más conectada pero más sola. Cada vez está más estimulada pero siente menos. Cada vez tiene más acceso a información pero está más desinformada. Cada vez es más alta pero con la cabeza más gacha.

Ya es tarde. Y en unos años estaremos sentados en el sofá con las gafas de Apple, amueblando áticos virtuales pagados con bitcoin y dejando que la IA nos alimente de contenido basura concebido y curado a nuestra medida.

¿Ya es tarde? Quizás no. Se oyen rumores. La gente está cansada. Está despertando.

Se empieza a preguntar, gradualmente, cómo hemos podido llegar a este punto. Cómo hemos prostituido nuestra privacidad a cambio de, ¿qué? ¿Ego? ¿Dopamina? ¿Dónde está el tiempo robado?

La gente está abriendo los ojos. Está decidida a tomar de nuevo el control sobre la tecnología. Decidida a desconectar y vivir más offline.

Decidida a elegir el segundo camino. El más estrecho. El menos transitado.

La gente empieza a entender que no hay resolución de pantalla capaz de reproducir una puesta de sol en vivo. Que la aprobación que necesitas es la tuya propia. Que un viaje se vive más intensamente cuando lo compartes con quien está a tu lado y no con la gente que lo verá después filtrado y en fragmentos cuidadosamente seleccionados para aumentar tu valor social.

Que eres bello sin filtros. Que eres bella sin filtros. Que recordarás con más lucidez ese café con un amigo que una hora de podcast sobre crecimiento personal. Que mil palabras noveladas valen más que una imagen digital. Que no hay likes que llenen un abrazo.

Ojalá seamos capaces de tomar el segundo camino y recuperar el control. Volver a delegar el smartphone al lugar que le corresponde: una herramienta para mejorar nuestra vida, no para absorberla.

«La gran bifurcación», por Bosco Soler

La ilustración de portada es del cuento popular noruego «El Castillo de Soria Moria».


 

Una de las cosas que menos me gustan de la sociedad moderna es que estamos olvidando el verdadero motivo de algunas festividades. Ya casi nadie sabe que el día de Acción de Gracias conmemora las celebraciones que realizaban los exploradores del nuevo mundo – quienes colonizaron América – con los indios nativos, sus pobladores originarios. En aquellas reuniones repartían comida abundante, cuando la hubiere, honrando a los indios por haber compartido sus conocimientos sobre la labranza las tierras, y para agradecerle a Dios el éxito de las cosechas.

También pedían al todopoderoso que el año siguiente fuera próspero, y de esta manera su comunidad permaneciera alejada del peligro que más temían: el hambre. En aquella época, los siglos XVII y XVIII, la tasa de mortalidad por malnutrición era altísima, no existían los Mercadonas ni los McDonalds que tan fácil nos hacen la vida hoy en día, permitiéndonos satisfacer nuestras necesidades con un puñado de euros. Un cambio en la composición del sustrato de la tierra, un violento temporal inesperado, o alguna plaga que diera al traste con los alimentos, supondría que muchos miembros de la comunidad morirían.

Ahora sólo sabemos que es un chollo ir de compras en el «Black Friday», y ya nadie recuerda que el primer Acción de Gracias del que hay constancia data de otoño de 1621, en el gélido estado de Massachusetts. Sólo nos interesa meternos como locos en un centro comercial atiborrado de gente para pillar un descuento del 30% en el último Samsung Galaxy. Llevártelo a casa por 150€ menos de lo que suele costar es un triunfo que te proporciona una felicidad que podríamos denominar de muchas formas, pero en ningún caso será plena.

 

Con la Navidad está sucediendo exactamente lo mismo que ya ha pasado con Acción de Gracias. Estamos olvidando que su origen es celebrar el nacimiento de Jesucristo, uno de los enviados del Señor, hace más de 2.000 años. Podrás creer o no en un Dios superior, pero ése y no otro es el verdadero motivo por el que toda la familia se reúne año tras año alrededor de una mesa, repartiendo las mejores viandas.

Por cierto, aunque seas escéptico sobre la vida más allá de este planeta te va a dar igual. Porque ese Dios – o esa dimensión superior a la que conocemos – lo llevas dentro de ti. Y por más que lo intentes, es imposible sacártelo de encima.

En definitiva, me parece lamentable cambiar el significado profundo de algunas fechas simbólicas, por actos superficiales que no te generan ninguna satisfacción real. Como progreso de la sociedad, es un fracaso absoluto. Un retroceso en toda regla.

 

Por ejemplo, es súper triste que la mayor diversión de un adolescente en Nochevieja consista en emborracharse, acabando en un hospital a las 9 de la mañana inconsciente, con un coma etílico que le puede matar. Y dando un disgusto tremendo a tus familiares, quienes seguramente no se lo merecen. En lugar de estar el primer día de enero dando un bello paseo por su ciudad, acompañado de sus seres queridos.

O la insensatez de competir por hacerle a tu sobrino el regalo más ridículo el día de Papá Noel, buscando el ganarte su cariño. Cuando no te has preocupado por él durante el resto del año. (Por cierto, ¿dónde quedaron los Reyes Magos?)

O dedicar las vacaciones para «escaparte» a lugares que no significan nada para ti, y hacerlo porque necesitas ese chute de novedad (que más tarde se convertirá en depresión porque estás huyendo unos días de tu triste realidad). Todo acompañado de subir la «experiencia» a tus redes sociales para intentar dar envidia a tus «seguidores» y validarte con sus likes. En lugar de aprovechar los días libres para reflexionar sobre tu papel en este mundo, para agradecer la suerte que tienes por contar con una familia que te quiere, y para amar a quienes son como tú, y a quienes son diferentes a ti.

 

Lo más probable es que en un día festivo no pase absolutamente nada en el mercado

He comenzado con este alegato a favor de mantener las tradiciones, y de recordar el verdadero origen de estas fechas especiales – sobre todo de la Navidad, que es mi festividad favorita junto con la Semana Santa -, porque los operadores bursátiles tienen marcados con una X los días festivos. El motivo es que en una festividad te vas a encontrar un mercado muy diferente al de un día normal. No tienen nada que ver, son como la noche y el día.

La mayoría de operadores prefieren desconectar y hacer planes con su familia. Se van a la playa, a la montaña, o a donde buenamente les parezca; y reaparecen cuando su período de descanso ha terminado. Entonces, como hay muchos menos actores en el mercado que habitualmente, la sesión de trading no va a ser igual.

Estaremos de acuerdo en que no es lo mismo disputar unas semifinales de Champions en el Bernabéu con todo el aforo vendido y el público animando como si les fuera la vida en ello desde el minuto uno de partido, que jugar la previa de Copa del Rey contra el Alcoyano en su campo de césped artificial y con los abueletes comiendo pipas en las gradas. En ambos encuentros estará presente el Real Madrid, pero no me compares salir al campo con el equipo de gala en una caldera a presión, a hacerlo con los suplentes en un sitio que ni fu ni fa.

 

Precisamente la mayoría de festivos son como el partido contra el Alcoyano: aburridos, soporíferos, sin nada que hacer. Como esos segundos que pasan cuando tiras una piedra en un acantilado y no escuchas absolutamente nada, hasta que finalmente toca el agua. Por unos momentos sientes el vacío.

En estas sesiones al precio le cuesta moverse una barbaridad, porque no hay nadie que quiera moverlo. Los bancos de inversión están cerrados a cal y canto y la gente pasa de líos. Se han olvidado del trading y están centrados en las cosas que de verdad importan en esta vida, las que no tienen nada que ver con calcular a cuántos Pips poner el Stop.

Son jornadas en las que estás tirando el tiempo a la basura, te darás cuenta de ello al poco de abrir los gráficos. Mirarás el reloj y te darás cuenta que sólo han pasado 5 minutos desde la última vez que lo miraste, como si al segundero le costara avanzar. Estar delante de la pantalla será una tortura, sólo te servirá para desesperarte y tomar malas decisiones.

Lo más probable es que es un día festivo haya la misma actividad que en mitad del desierto de Oklahoma. O en el del Sahara. Es decir, nada de nada

 

Mira, cuando estuve los 5 años trabajando en la compañía británica de Prop Trading, los jefes nos invitaban a comer la mejor hamburguesa de Madrid para que acudiéramos a la oficina los festivos. Sin este jugoso incentivo a casi ninguno de la plantilla le hubieran visto el pelo. Porque sentíamos que estábamos perdiendo el tiempo encerrados entre cuatro paredes sin sacarle partido.

En algún festivo yo iba por la mañana un rato a primera hora, y si veía que no podría hacer nada que mereciera la pena, volvía para casa sin ningún remordimiento. Me iba a pasar el día entrenando en bicicleta, consideraba mucho más productivo salir a rodar a rodar 3 o 4 horas al aire libre disfrutando de montañas, carreteras o animales; que estar dejándome los ojos buscando a saber el qué.

Espera, espera, para un poco el carro. ¿O igual resulta que sí se puede sacar petróleo en los festivos? Te lo desvelo a continuación:

 

En un festivo también puede sonar la campana y aparecer de repente algún movimiento súper loco con el que te puedes forrar

Hasta ahora lo de sentarse a hacer trading en una festividad te lo he puesto muy feo, pero lo cierto es que había una cosa muy buena de hacer el esfuerzo de permanecer delante de las pantallas mientras el resto están descansando (y no era la hamburguesa). De vez en cuando en alguna de estas fechas sucedía la magia, y podías generar en un día el beneficio de varios años. Y claro, nadie quería perdérselo, por si acaso a alguno le tocaba llenar el zurrón ese día.

El motivo por el que un festivo puede causar una lluvia de billetes verdes desde el cielo, es el mismo que genera sesiones de trading soporíferas. Me refiero a la ausencia de liquidez. O, lo que es lo mismo, el bajo volumen de negociación.

Como no queda nadie haciendo de guardián de los precios, es muchísimo más fácil manipular el mercado. Y si tú detectas que algún pez gordo está intentando aprovechar estas circunstancias excepcionales, puedes seguirle, que algo te caerá. Al igual que los 4 estudiantes escoceses que robaron la piedra del destino de Westminter para traerla de nuevo a Escocia en 1950, eligieron perpetrar el asalto el día de Navidad, porque sabían que los centinelas estarían cenando con sus familias y podrían encontrar una grieta en las defensas del palacio.

Mucho ojo con despreciar los festivos, porque pueden aparecer los villanos de «La Casa de Papel» y regalar los billetes desde un Zeppelin, tirándolos sobre tu cabeza. ¿No será mejor intentar no perdérselo?

 

Mira, ahora que han pasado unos cuantos años te voy a revelar un pequeño delito que ya habrá prescrito. Tuve un compañero, vamos a llamarle Juan, que diseñó una estrategia para tradear el Brent a las 5 de la mañana. Se ponía la alarma a esas horas, y mientras el resto dormíamos, elaboraba su jugarreta.

Ponía una cantidad ingente de contratos en la ladder del Brent de una forma especial, buscando mover el precio. Y como a esas horas no había nadie – tanto los europeos como los americanos estaban durmiendo -, de vez en cuando conseguía «empujar» el precio hacia donde le convenía. Y así rascaba unos pips con los que se llenaba el bolsillo.

Menos mal que nunca le pillaron, porque estaba haciendo un Spoofing de manual, una técnica prohibida por los reguladores financieros. El Spoofing consiste en poner órdenes falsas en el mercado, con la intención de crear una oferta o demanda artificial, que no existe. A Juan se le acabó el chollo cuando en la central de londres alguien se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y, ahí ya sí, le pararon los pies para evitar males mayores.

 

Si Juan, que era un trader de lo más normalito, podía hacer estas artimañas, de qué no serán capaces los grandes bancos de inversión para aprovechar estos momentos en los que desaparece la liquidez del mercado. De hecho, ya he tocado el tema previamente en el Blog, como en este artículo que trata sobre cómo los bancos de inversión buscan engañarte publicando noticias que inducen al engaño. Estamos hablando de unas prácticas más viejas que el propio diablo.

Lo que te quiero hacer ver es que un pez gordo la puede armar en un festivo, si así se lo propone. Nadie le va a parar los pies, porque no habrá nadie que pueda parárselos. En un día normal su poder es limitado, pero en un festivo tiene la capacidad de hacer y deshacer a su antojo.

Y como lo que te estoy contando se entiende mucho mejor con casos reales, vamos con ellos. Te voy a contar las cosas buenas y las cosas malas que me han sucedido haciendo trading durante algunos festivos, así sacarás tus propias conclusiones. Quizás decidas que te conviene operarlos o quizás prefieras desaparecer del mapa:

 

El desplome del WTI en Acción de Gracias que me estropeó una escapada romántica a Sevilla

Noviembre de 2021 estaba siendo un mes normalito en el WTI. Había terminado una plácida tendencia alcista en octubre y se encontraba descansando en varios rangos laterales de unos 4 dólares de ancho. Es decir, lo normal después de una fuerte subida, que el precio se tome un respiro.

No parecía que la volatilidad pudiera aparecer hasta que llegó Acción de Gracias, la noche en que los americanos se reúnen para agradecer estar vivos en este mundo. Para una familia estadounidense de pro, Thanksgiving es incluso más importante que la Navidad. Y nos guste o no, los americanos son quienes llevan la voz cantante en los mercados.

Mientras en el otro lado del Atlántico los operadores financieros estaban siguiendo el ritual de trinchar el pavo, de repente el WTI se desplomó 12 dólares, una de las mayores caídas que ha registrado jamás. Yo había dejado unas órdenes de compra colocadas, y me las comí con patatas. Fue una de mis mayores pérdidas, pero hubo algo peor de los euros que se marcharon para no volver.

 

Yo había cogido vacaciones para pasar un puente de la leche en Sevilla con mi chica, iba a ser un viaje romántico, pero lo arruiné por completo. La tarde del jueves, cuando estábamos viajando en coche a la capital de Andalucía, la pasé colgado del teléfono. En vez de disfrutar del paisaje de olivos que divisas en el trayecto hacia el sur, estuve con el manos libres hablando con el compañero que me cubría, quien estaba narrándome en directo las caídas tan bestias que estaban sucediendo.

Cuando la tarde se acercaba a su fin y entrábamos en la noche, tuve que Stopear la mitad de la posición perdiendo una barbaridad. Parecía que al menos el viernes podría recuperar algo, así que me dejé el resto de la posición abierta. Pero lo peor no había llegado todavía.

El viernes continuó bajando el petróleo y allí estaba yo, paseando a la orilla del Guadalquivir con la torre del oro en su máximo esplendor, y sin apreciar estas maravillas que me deparaba la vida porque sólo me interesaba el próximo movimiento del WTI. Ojalá pudiera volver atrás y cambiar aquel fatídico fin de semana, lo recuerdo como una mala pesadilla. Sobre todo por respeto a la persona que me acompañaba, y que no se merecía tener a su lado a un zombi andante, en lugar de a una pareja presente.

En acción de gracias de 2021 el WTI se desplomó, y me pillaron con el carrito de los helados. Lo peor no fue el dinero que perdí, sino que arruiné una escapada romántica en Sevilla. Merecido tuve que mi chica, poco después, terminara la relación.

 

El terrorífico Halloween de 2018 con un derivado del Gasoil. Viví un auténtico drama dentro del Prop Trading inglés

Unos años antes de aquel fatídico Acción de Gracias, el petróleo también me había dado un disgusto gordo en un festivo. Más en concreto un Spread – compra de una pata y venta de la otra – compuesto por el Brent y el Gasoil, que se llama el Crack. Era el activo financiero estrella del Prop Trading en el que trabajaba, con aquel producto gané cientos de miles de euros (hasta que la estrategia que seguíamos dejó de funcionar).

El «Crack» venía subiendo las últimas semanas de octubre. Ascendía lentamente, sin prisa pero sin pausa, como suele ocurrir en las tendencias alcistas. En la oficina la mayoría de traders habían cargado posiciones vendedoras, esperando una corrección que no terminaba de llegar.

El problema era que, cuanto más arriba estaba el Crack, más contratos vendidos acumulábamos. El riesgo cada vez era mayor, y aunque todos pensábamos que la caída iba a ser inminente porque los indicadores marcaban SobreCompra, se mantenía arriba, no le daba por bajar. Hasta que en la madrugada del 1 de noviembre el desastre que venía cociéndose desde hacía días terminó explotando.

 

Esa noche pegaron un latigazo que hicieron volar los Stops de todos aquellos que habíamos llegado al límite y no nos podíamos permitir perder más. Hicieron la barrida a lo «sucio», mientras estábamos durmiendo. Nada más despertar nos llegó la noticia de que el peor de los presagios se había convertido en realidad, y ya no podíamos seguir operando.

Fue una foto en toda regla que nos tiraron arriba del todo. Justo después de aquel último tirón, el mercado regresó a su sitio, donde se suponía que debería estar, y se desplomó. Y nosotros nos quedamos con cara de tontos viendo cómo el Crack hubiera alcanzado los Profits si hubiéramos podido aguantar solamente un poco más.

La razón «oficial» que nos dieron para explicar el movimiento fue que una tubería de Gasoil había reventado en Arabia Saudí, y el margen de las refinerías se había visto afectadot. Bueno, podía haber sido cualquier otra excusa, porque el único dato cien por cien objetivo es que estábamos en un festivo. Mientras muchos traders estaban en casa, con sus hijos pidiendo «truco o trato», el Crack había reventado en las dos direcciones, primero para arriba y luego para abajo.

Por cierto, si llevas unas cuantas horas de vuelo en el mercado ya te habrá saltado algún que otro Stop justo antes de que el precio se gire, como a mi me sucedió aquella noche de todos los Santos. Es una jugarreta que de vez en cuando te ocurrirá, tal y como encontrarás expuesto en este otro artículo:

 

En agosto de 2011 aprovecharon que todo el mundo estaba con el mojito en la playa para reventar las bolsas europeas

Hasta ahora te he hablado solamente de fechas puntuales, pero si tuvieras que elegir el mes de vacaciones por excelencia, escogerías Agosto sí o sí. Bien, pues todo esto que te estoy contando sobre manipulación, puñaladas por la espalda en cuanto los operadores se dan la vuelta, mostrarle al rival unas cartas falsas porque tienen guardados varios ases en la manga… alcanzó su máxima expresión en el verano de 2011. Te pongo en contexto.

2008 y 2009 habían sido años nefastos para las bolsas, habían sufrido como pocas veces antes. La crisis por las hipotecas Subprime se había llevado por delante el sistema económico que conocíamos hasta entonces: quebraron cientos de miles de empresas, millones de personas pasaron a engrosar las listas del paro, y los bancos cerraron a cal y canto el grifo del crédito, paralizando la actividad económica. La burbuja inmobiliaria había explotado, y el sinsentido que suponía venderle un chalét en la playa y un BMW nuevo al currito con 3 meses de antigüedad en su trabajo, tocaba a su fin.

La consecuencia a este desastre fue que las compañías cotizadas perdieron más de la mitad de su valor. Fue una especie de crack del 29, con varios suicidios documentados de personas que no pudieron soportar verse arruinadas en cuestión de meses. Lo peor de aquella crisis no fue el ajuste económico, sino las almas que se marcharon para no regresar jamás.

 

Después del cataclismo habían llegado años más calmados – también es cierto que era imposible igualar la locura previa – y parecía que poco a poco las bolsas recuperarían el batacazo que se habían pegado. Lo peor había quedado atrás y ahora de nuevo estábamos viviendo una tendencia alcista calmada, con los precios escalando sin ningún tipo de prisa. Hasta que todo cambió de un plumazo el lunes 1 de agosto.

El viernes 29 de julio apenas había volatilidad en el mercado, la gente se había ido de vacaciones tan tranquila a sus hoteles en la playa, o a su pueblo de toda la vida, pensando que nada malo podía ocurrir después de un año bastante reposado. Lo que nadie esperaba era que la primera semana de agosto el DAX perdiera un -12,5% ¡Pero es que en tres semanas cayó un 23%!

Los pocos trabajadores que se habían quedado «de guardia» en los bancos no se lo podían creer. No daban a basto para atender las llamadas de unos clientes desesperados, quienes perdían un 20% de su patrimonio en apenas 20 días. Estaban en unas oficinas vacías viviendo uno de los peores meses de la historia bursátil, y la mayoría de los responsables a cientos o miles de kilómetros sin atender el teléfono.

 

Y ahora te lanzo una pregunta: ¿de verdad crees que fue casualidad que el 1 de agosto empezara el desastre? ¿O quizás aprovecharon las ausencias  de los gerifaltest para hacer y deshacer a su antojo?

Siento ser yo quien te diga que las casualidades en bolsa no existen. Tenían en una diana apuntado los días más propicios para generar el kaos, y vaya si lo consiguieron. Lo hicieron a lo grande.

Por cierto, quienes vendieron asustados por la velocidad de las caídas, se deshicieron de unas acciones que subieron con fuerza los años posteriores. Como siempre sucede en los ciclos del mercado, el pánico es la puntilla. Lo difícil es abstraerse de este ruido y ser firme a tus convicciones de largo plazo.

A más de uno se le atragantaron las vacaciones de verano en el año 2011, porque las bolsas europeas perdieron en 3 semanas más de un -20%. Eso sí, como casi siempre pasa en estas ocasiones, el susto quedó en nada. Dos años después romperían máximos, en el arranque de una mega-tendencia alcista

 

Jueves Santo de 2018, una máquina de trading se volvió loca y algunos compañeros ganaron en unos minutos el beneficio de varios años

Hasta ahora sólo te he contado dramas con el trading en los festivos, pero oye, como las penas con rumba son menos penas, también tendrá que aparecer alguna rumba ¿no? Pues efectivamente así es, voy a terminar el post dejándote con un buen sabor de boca. Es cierto que he vivido grandes batacazos, pero también es verdad que el día que más dinero he visto ganar – y más rápido, en apenas media hora la lluvia de billetes se hizo realidad – fue en una festividad.

Era jueves Santo por la mañana, y el viernes todos los mercados iban a estar cerrados. Yo había acudido a la oficina a regañadientes, y si te soy sincero, estaba pensando más en los planes que iba a hacer aquella Semana Santa, que al lento movimiento de los precios que estaban sucediendo delante de mis narices. Tenía toda la pinta de que iba a ser uno de esos días que te relaté al principio, en los que no sucede nada de nada.

De repente, sobre las 12 de la mañana, comenzaron a sonar todas las alarmas que teníamos instaladas en la plataforma. Y los traders más senior, quienes llevaban más tiempo allí metidos, se pusieron a gritar súper excitados, clickando el ratón a una velocidad de vértigo. Estaba sucediendo algo verdaderamente gordo.

 

De repente, uno de los Senior dijo: ¡Fijaos en el Crack Back de Diciembre (el mismo producto del que te hablé antes)! Y efectivamente, allí se estaba cocinando un guiso realmente jugoso.

La ladder apenas tenía liquidez, y había algún operador que estaba disparando contratos en compra y en venta a precios súper alejados del precio actual, eran niveles ridículos. Era tal la insensatez que se podía arbitrar el Crack, estaban regalando el dinero. Comprabas el producto, lo deshacías por el sintético, y tenías un Profit cerrado sin haber corrido ningún riesgo.

Si esto de arbitrar te suena raro, para que me entiendas: es como si tuvieras dos plataformas de trading abiertas a la vez, y todos los precios son idénticos menos uno: las acciones del Banco Santander cotizan a 6€ en uno de los programas, y en el otro cotizan a 9€. En ese momento tu «negocio» consistiría en comprar las de 6€, vender las de 9€, y esperar a que la anomalía se corrigiese, porque tarde o temprano lo haría. Y claro, te darías mucha prisa, porque sabes que una oportunidad como esa no dura mucho tiempo.

 

La primera ronda de disparos duró unos cinco minutos, al terminar estábamos eufóricos porque algunas cuentas marcaban hasta 5 ceros. Ya era un inicio de vacaciones impresionante, pero todavía podía mejorar. La fiesta no había terminado.

Después de unos instantes de pausa llegó una segunda oleada que era más de lo mismo: seguían disparando contratos de compra y venta a precios ilógicos. Allí nos pusimos los traders de OSTC para dar contrapartida a quien considerase que tenía demasiado dinero en su cuenta y quería hacer de alma caritativa, repartiendo dólares a cambio de nada. Cuando esta segunda ronda de disparos cesó y las alarmas dejaron de sonar, los gritos de euforia se apelotonaban entre mis compañeros, porque acabábamos de vivir el cuarto de hora más mágico de nuestras vidas.

A día de hoy no sé si fue un árabe que necesitaba cambiar cromos con sus amiguitos trillonarios y no le importaba perder varios cientos de miles de euros, o si algún programador en un banco institucional se le fue la mano con un robot mal configurado y explotó aquel día, soltando contratos a precios absurdos (esta es mi teoría principal). Lo que sí sé es que, además de ganar bastante dinero, para el recién llegado que era – apenas llevaba unos meses en la empresa – me llevé una de las lecciones más valiosas de mi vida. Si aparece ante tus ojos una oportunidad clarísima tienes que entrar con todo a por ella sin dudar, porque podrías solucionarte los próximos 10 años estando avispado. Como diría Antonio Lobato, el comentarista de la Fórmula 1: «Si pestañean se lo pueden perder».

 

La regla de No Operar en los festivos es perfectamente válida. Pero si decides operarlos, te hará falta una Estrategia para salir con más billetes de los que empezaste

Haciendo recuento de las cuatro historias que te he contado operando en los festivos, 3 de ellas dieron disgustos y sólo en una se pudo sacar algo positivo (súper positivo, para ser más exactos). Da que pensar si sale a cuenta darle a la tecla en estas jornadas especiales, ¿no?

Bien, pues para tomar la decisión de si operar estos días especiales o mantenerse al margen, no es una buena idea tirar una moneda al aire el día de Navidad y otra en Año Nuevo, y ya según eso proceder. Te hace falta un Plan, y ceñirte a él pase lo que pase. (Como decimos en Cantabria, síguelo aunque llueva o sople el sur).

Mira tuve un compañero con un montón de experiencia, que siempre se tomaba los festivos al pie de la letra, era súper estricto con la norma que él mismo se había marcado. Sabía que podía pegar un pelotazo, pero también era consciente de que podía llevarse un disgusto bien gordo, así que prefería pasar el tiempo con su familia, en vez de robárselo y vivir un día aciago por estar sufriendo pérdidas. Y ojo, que también tuve otros compañeros que iban a estar a pie del cañón aunque su mujer estuviera de parto (esto es literal).

 

Ninguna opción es mejor que la otra, simplemente son diferentes. Sabiendo cuáles son las reglas del juego ya puedes valorar los riesgos y los posibles beneficios que conlleva arriesgar tu capital en un feriado. La información es poder, y sin ella estarías deambulando como un pollo sin cabeza.

Ahora bien, ponerte a operar en un festivo así porque sí, sin primero tener unos mínimos, no te va a servir de nada. Te hace falta una estrategia, con sus filtros para entrar, para salir, cuánto volumen llevar, cuándo cambiar el escenario inicial… Si no cuentas con ello te pido que hagas una pausa y centres tus energías en aclarar estos parámetros, para no ir directamente al matadero del mercado.

Precisamente el propósito de esta Academia es mostrarte un sistema de trading. Bueno, y también que interiorices los patrones que les funcionan a los grandes, repitiéndolos hasta la saciedad. Por eso es un curso que dura 9 meses, porque está diseñado para que vivas un cambio radical en tus hábitos, y tu relación con la bolsa vuelva a nacer para, esta vez, darte alegrías:

La Granja de Traders: 9 meses de operativa en directo, con tutorías cada semana y el sistema de Reversión a la Media

 

Y recuerda hacer caso a las normas de tu sistema, estemos en un festivo o no lo estemos. Que nadie lo va a hacer por ti 😉

El consejo de Enrique Mazón

Un trader del montón.

La Granja de Traders🐣 ​📈 🐓

¿Pierdes el control de tu operativa?

Llévate GRATIS el Cuadro de Riesgo y la hoja de Análisis de Resultados