La mejor forma para hacerte millonario con la bolsa,

Es ser billonario,

Y empezar a hacer «trading»


 

La primera vez que me puse un dorsal a la espalda para competir en una carrera ciclista fue en Asturias, en alguno de los pueblos que están pegados a Cantabria, después de pasar la frontera natural que genera el río Deva dejándose caer entre los escarpados Picos de Europa. Apenas tenía 11 añitos cuando comencé a correr en pueblos perdidos de la mano de Dios, a los que ahora regreso con tremenda satisfacción. Mientras estoy tomándome un café en la plaza, sin ningún tipo de prisa, pienso que por allí estuve dejándome el alma intentando levantar los brazos al cruzar la línea de meta.

Mi padre, Bernardo Mazón Blanco, había sido ciclista profesional en el equipo Teka – que para muchos fue considerado la mejor escuadra del mundo en los años 80 – y en el Paternina. Al crecer en una casa llena de trofeos antiguos, donde se veía el Tour de Francia y la Vuelta a España de forma totalmente natural, y estando rodeado de cuadros de bicicleta y tubulares, siempre me llamó la atención el deporte de las dos ruedas. Parecía cantado que yo estaba destinado a ser ciclista, como así fue.

Recuerdo que llevaba pidiendo en casa desde hacía bastante tiempo una bicicleta de «corredor» (expresión en desuso, pero que me encanta). Cuando recibí en Navidades aquella Orbea de aluminio que me estaba esperando al lado del árbol, estaba exultante de gozo, buscaba cualquier excusa para salir de casa montado en mi joya, incluso la utilizaba para bajar a comprar el pan a la esquina del barrio. ESe mismo invierno me apuntaron a la Peña Ciclista Sprint del Valle de Camargo – un pueblo a las afueras de Santander – con quienes competí en todas las categorías: escuelas, cadetes, juveniles y aficionados de primera.

 

A mi madre, que tiene el instinto protector bastante desarrollado, no le hacía mucha gracia que a mí también me diera por jugarme el pellejo en la carretera, como lo había hecho su marido. Tenía buenos recuerdos del ciclismo, claro, pero también había vivido experiencias bastante desagradables, y no quería pasar otra vez por lo mismo. Sólo que, en esta ocasión le iba a tocar sufrirlo con su hijo, que puede ser incluso peor.

Creo que el mayor shock para ella fue un viaje que se hizo desde Cantabria hasta Andalucía para ver correr a mi padre en la vuelta ciclista a Sevilla, junto a unos amigos. Fueron de sorpresa, se habían pasado toda la noche metidos en el coche, porque en los años 80 recorrerte España de norte a sur no se hacía en 8 horitas por una cómoda autovía, no. Eran 15 horas conduciendo por carreteras nacionales y autonómicas que ahora consideraríamos de mala muerte, jugándote muchas veces la vida porque nunca sabías qué te ibas a encontrar en la siguiente curva, ya fuera un animal cruzando la carretera, un vehículo circulando en dirección contraria, o algún objeto caído de un camión.

El caso es que se presentaron en la otra punta de la Península Ibérica ese grupito de «fans» de mi padre, y se pusieron en una cuneta para darle ánimos y sorprenderle cuando pasara al lado suyo… pero mi padre nunca llegó a pasar por ahí. Para ser más exactos, no pasó montado encima de su bicicleta, porque se había caído justo en la curva anterior, que era un descenso peligroso, y le habían evacuado inconsciente en ambulancia al haberse dado un golpe en la cabeza que podía haber supuesto su final en este mundo. En aquella época casi nadie utilizaba el casco – no era obligatorio llevarlo puesto en carrera -, y los pocos que lo usaban eran los «cobardes» del pelotón, quienes sufrían las burlas del resto de compañeros.

Aquí estoy yo, en la Vuelta a España de 1991, en la salida de la 15ª etapa que comenzaba en Santander y terminaba en los Lagos de Covadonga, tras 187 kilómetros recorridos. Esta foto la publicó el Diario Montañés el 15 de mayo de 1991.

Te estaba contando sobre mis inicios compitiendo, que debió de suponer un suplico para mi madre, al verse 25 años después entrando de nuevo en la rueda de sufrimiento e incertidumbre que acompaña inevitablemente a los familiares de un ciclista. Aquel evento para mi fue un desastre absoluto, yo era un mocoso de 11 años que no sabía nada del mundillo en el que acababa de introducirme. Era más bien el arquetipo anti-ciclista: me quedaba atrás en las curvas porque no manejaba bien la bicicleta, no aguantaba los cambios de ritmo que venían después de los estrechamientos – el conocido látigo – , y no sabía ponerme a rueda para protegerme del viento.

Era una carrera muy modesta, había que dar vueltas a un circuito bastante ratonero por el pueblo. Empezamos solamente 12 corredores y terminamos 8. Ya te imaginarás dónde estuve ubicado prácticamente desde la salida: en los últimos puestos.

Por delante llegaron los 6 corredores que se habían destacado e iban a disputar la victoria, y por detrás nos habíamos quedado los dos que más perdidos estábamos, supongo que mi compañero de fatigas también era un recién llegado. En la última parte de la carrera ya sabíamos que nos íbamos a jugar mano a mano el honor de no llegar el último, y recuerdo perfectamente que esprinté trasladando toda la potencia que mis piernas tenían a los pedales, como si se fuese a acabar el mundo en ese preciso instante. Mi esfuerzo titánico sirvió para «ganar» a mi rival, y por quedar séptimo me dieron un trofeo precioso que todavía guardo, fue uno de los más bonitos que «conquisté» en mi breve carrera deportiva.

 

«Apalancamiento», esa palabra que causa impacto la primera vez que la escuchas. A mí me sirvió para darme cuenta de que era un don nadie en el mundo de la bolsa

Te he contado sobre cómo fue de penoso aquel estreno compitiendo encima de una bicicleta, porque las primeras experiencias siempre distan mucho del resultado que esperabas conseguir (lo que aparece en la imagen de Aliexpress vs lo que te llega). Por eso la primera vez que tienes sexo (o haces el amor, según se mire) suele ser la peor de todas: no estás preparado para llevar los mandos, y los nervios de enfrentarte a algo que supone tanta responsabilidad – ¿qué dirán de mi? – tampoco ayudan. Suele terminar en vestirse de nuevo a toda prisa con una sensación a caballo entre el miedo y la vergüenza, nada parecido a la fantasía que te habías imaginado viendo aquella escena de dominación en una película porno.

Yo, la primera vez que escuché «apalancamiento» casi me caigo de la silla en la que estaba sentado, por el susto que me causó escuchar una palabra que sonaba tan fuerte. Sucedió en la oficina que tenía el mítico bróker GVC Gaesco en Santander, en la señorial calle Isabel II, a un paso del ayuntamiento. Allí trabajaba Javier, quien era el representante de Gaesco en Cantabria.

Acudí a su oficina porque tenía a mis padres fritos hablándoles de la bolsa, no paraba de repetirles lo mucho que me llamaba la atención. Un día mi padre, cansado de la cantinela, me llevó a conocer a Juan José Martínez Ranero, que había sido compañero suyo en el equipo Teka. Juanjo era agente de seguros y compartía el despacho con Javier, un farmacéutico que, en su época, se dedicaba a hacer análisis de sangre a los ciclistas para identificar qué valores sanguíneos tenían más débiles.

 

Cuando llegamos a su despacho aluciné con lo que allí tenían montado, no me esperaba encontrar en un rinconcito de nuestra pequeña ciudad una escena de película, como si estuviera en Wall Street. Javier tenía un montón de pantallas una encima de otra, al fondo había dos televisiones en inglés que daban las noticias económicas de América y el teléfono no paraba de sonar con los clientes desesperados pidiendo colocar órdenes. Me daba la sensación de estar viviendo un sueño, y no quería despertar.

Javier se puso a contarme cosas de su día a día: cómo se formaban los precios, hicimos un pequeño recorrido por la plataforma de operaciones, me dijo en qué noticias se fijaba… Desde la primera hasta la última palabra que dijo era como si me estuviera hablando en chino. Yo iba de gallito porque ya había comenzado a estudiar la Licenciatura en Administración y Dirección de Empresas y pensaba – iluso de mí – que sabía cómo funcionaban los mercados… pero enseguida me di cuenta que no entendía nada de nada.

Sabía que estaba ante el inicio de algo grande, así que comencé a acudir a su despacho varias veces a la semana. Javier fue mi padrino en , me vio joven – apenas tenía 19 años – con ganas de aprender en el mundillo y me ayudó sin esperar nada a cambio. Quién me iba a decir que pocos años después estaría trabajando en el corazón financiero de España para uno de los mayores Prop Trading del mundo.

 

En una de nuestras charlas me habló del producto estrella, el que hacía las delicias de los pequeños inversores: los CFDs. Ahí fue cuando el apalancamiento salió a la palestra. Supongo que alguna vez has escuchado algo parecido a lo que me dijo: que con 1.000€ podías operar como si tuvieras 20.000€, que debías vigilar el margen para que no te cerraran las posiciones, que lo ideal era no perder más del 2% en cada trade…

Yo lo vi tan claro que abrí una cuenta de CFD y metí todos los ahorros de la adolescencia, y cinco mil euros que me había donado mi abuela para invertir en acciones a largo plazo. Quería comerme el mundo, ser uno de los tiburones de Wall Street y empezar a ganar billetes cuanto antes para presumir frente a mis amigos de ser un exitoso hombre de negocios. ¿Qué podía salir mal?

El desenlace de esta historia dista bastante de las expectativas con las que empecé, porque el dinero me duró menos que una bolsa de caramelos a la puerta de un colegio. Entre otras cosas por utilizar mal el apalancamiento, ya que quería correr antes que aprender a andar. Me creía más listo que nadie y la vida enseguida se encargó de darme una buena bofetada de realidad.

 

Vamos con la definición de Apalancamiento Financiero

Una palanca es una herramienta que te permite multiplicar tus fuerzas para generar desplazamiento en otro objeto. Las palancas se llevan usando desde tiempos inmemoriales para mover rocas o árboles, entre otras cosas. Gracias a las palancas se han construido grandes obras, como el acueducto de Segovia, las pirámides de Egipto, o los anfiteatros romanos.10

El matemático siciliano Arquímedes (Siracusa 287 a.C – 217 a.C, fallecido en el asedio a Siracusa defendiendo la ciudad durante la segunda guerra púnica) ya teorizó sobre las palancas, dejando por escrita la frase «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». Es decir, que aquí no estamos descubriendo nada nuevo. Sólo lo estamos recordando.

Sabiendo en qué consisten las palancas vamos a echar un vistazo a la definición oficial de apalancamiento financiero. Copio y pego de la biblioteca online por excelencia, Wikipedia. Dice así:

El apalancamiento financiero es el aumento de la capacidad operativa mediante deuda u otros instrumentos financieros.

Al reducir el capital inicial que es necesario aportar, se produce un aumento de la rentabilidad obtenida.

El incremento del apalancamiento también aumenta los riesgos, dado que provoca menor flexibilidad o mayor exposición a la insolvencia o incapacidad de atender los pagos.

 

Es una definición tan buena que no pretendo añadir nada para estropearla. Lo único que voy a hacer es complementarla dando ejemplos de la vida real, para verlo más claro. Ah, y también voy a poner números sobre la mesa, los de un apalancamiento «sano» y los de uno «tóxico».

 

Es muy fácil diferenciar el apalancamiento Sano y el apalancamiento Tóxico. Sólo depende de si vives por encima de tus posibilidades. O si eres más realista

Entendiendo el apalancamiento como deuda –  que lo es – yo me declino por la filosofía de la vieja escuela. Pienso que cuanto menos pidas prestado, mejor te va a ir en general. Por lo tanto, podría asegurar que el apalancamiento es malo porque te resta libertad de movimiento, y ser libre es una de las mejores sensaciones de este mundo.

Esa sería la visión más extremista, pero como en la vida las cosas no tienen por qué ser del todo blancas o del todo negras, acepto pulpo como animal de compañía. Digamos que la deuda puede ser buena en cierta medida. OK, te lo compro.

Ahora bien, lo que no hay por dónde cogerlo son las barbaridades que algunos hacen, como pedir prestado para irse de vacaciones al destino de moda, o endeudarse para gastarlo en las compras navideñas, que «la cuesta de enero se hace muy larga». Este apalancamiento es absurdo se mire por donde se mire. Sólo estás posponiendo otros problemas más graves que tienes, y tarde o temprano te acarreará disgustos.

 

Luego está el apalancamiento que podríamos considerar «sano», cuando te endeudas para comprar una casa porque es la única vía para hacer realidad tu proyecto de construir una familia. Sin el apoyo del banco casi nadie podría comprarse una vivienda a toca teja adelantando 200.000 o 300.000€. Es mucho más fácil poner 50.000€ de entrada y apalancarte por 150.000€, disfrutando de una casa que de otro modo no podrías disfrutar.

Pero claro, para que esa deuda sana no se convierta en un lastre hay que hacer las cosas con cabeza. De nada vale pedir una hipoteca que te coma el 80% del sueldo. Entonces, ¿de qué comes?

Además, si llegas apurado a fin de mes y mañana pierdes el trabajo, te verás en la calle con una mano delante y otra detrás. Y si no puedes pagar la cuota el banco llamará a tu puerta y no se va a andar con remilgos: te obligará a malvenderla a un precio de chiste (por eso nadie deja de pagar la hipoteca, por muy apurado que esté). En el peor escenario te podrías quedar sin casa, sin los ahorros de la entrada, y hasta con una deuda pendiente de saldar con el banco.

 

Bien, pues en el trading sucede lo mismo: el apalancamiento en sí no es ni bueno ni malo, depende de cómo gestiones el riesgo. Al igual que el alcohol no es malo si te tomas una copa de vino por las noches. Pero si empiezas las mañanas con un vasito de anís, a mediodía ya llevas 4 cervezas, y por la tarde el Whisky es tu mejor acompañante… siento decirte que tienes un problema gordo.

Si para sacar un puntito de rentabilidad extra quieres ir apalancado, vale. Pero si vas apalancado hasta las trancas y en cada operación te estás jugándote el todo por el todo, en realidad estás yendo al casino a apostar por el rojo o negro. Y en eso no consiste este oficio.

Existe una forma rápida de diferenciar al trader que pretende ganar dinero muy rápido apalancándose a todo lo que da la plataforma, del que prefiere ir piano, piano, haciendo las cosas bien. Si le oyes preguntar por el apalancamiento máximo que permite el bróker, sabes que está metiéndose en un jaleo de mucho cuidado. Y que más pronto que tarde visitará el Cementerio de Traders.

 

Echemos números sobre una cuenta apalancada con acciones, divisas o el DAX

He puesto varios ejemplos teóricos, así que vamos ya con lo que te interesa: qué es el apalancamiento en una cuenta de trading y cómo ponerlo a tu favor. El concepto no tiene mucho misterio, si tienes 3.000€ y las acciones del Banco Santander cotizan a 3€, como máximo podrías comprar 1.000 acciones al contado, ¿no? Si el Santander sube 1€ ganarás 1.000€, y si baja 1€ perderás 1.000€.

Bien, pues con una cuenta de CFD apalancada podrías comprar más títulos de los que tu dinero te permite. No tendrías ningún problema para comprar 3.000 acciones del Santander, y si sube 1€ habrás ganado 3.000€. Pero si baja 1€… habrás perdido todo.

He puesto el ejemplo de las acciones porque es lo más sencillo de ver, pero sucede lo mismo con un contrato de euro-dólar, cuyo nominal es $100K. O de las materias primas como el WTI o el Oro, cuyo valor se establece multiplicando la cotización x 100. En el siguiente gráfico ves el efecto del apalancamiento operando sobre el DAX, suponiendo que tienes 30.000€:

El efecto multiplicador de la operativa apalancada a vista de pájaro. Ganas mucho más, pero también pierdes mucho más.

 

El problema del apalancamiento es que nunca te fijas en las consecuencias negativas. Sólo tienes ojos para lo mucho que llenarás el bolsillo

No hace falta ser muy listo para ver las consecuencias que acarrea tener una cuenta apalancada. El mismo movimiento de 200 puntos puede suponerte un cambio en el P&L de +- 400€, o +-2.000€. Como para no tenerlo en cuenta.

La primera posición que te he mostrado en el gráfico, la conservadora de 2 lotes, podrías llevarla sin ningún problema. Lo que ganes o pierdas, eso será. Así te garantizas dormir a pierna suelta.

Pero te emocionas, no te conformas con las migajas porque te han explicado la magia del apalancamiento y quieres ir a por más. Los ojos se te convierten en billetes – como le sucedía al tío Gilito – y entras con 10 lotes. Total, si tan difícil no parece…

 

Mira, es cierto que yendo a pecho descubierto pareces el tonto de la fiesta en las buenas rachas. A tu alrededor verás cómo se forran los colegas, los gurús de Twitter… ¡hasta el taxista te dirá lo mucho que está ganando en bolsa!

Ellos serán la liebre y tú la tortuga, y ya sabes cómo terminaba la famosa fábula de Esopo. La tortuga camina lento, pero no se detiene. Y mientras la liebre se ha parado a presumir de su velocidad ante los admiradores, la tortuga cruzará la línea de meta

En otras palabras, el que pretende correr mucho para demostrar lo flamante que es su Ferrari, corre el riesgo de estrellarlo en una curva y hacerse pedazos. Y el que prefiere mantenerse tranquilamente al margen, llegará a su destino. Tú eliges a quién parecerte.

 

Tres medidas para que el apalancamiento sea tu aliado y no tu enemigo

#1. Lleva siempre el mismo apalancamiento, no cambies como una veleta

Sea mucho o sea poco, pero una vez hayas decidido cuánto llevar no te dejes arrastrar por las modas. Ni porque un día te hayas levantado con más confianza. Si tus parámetros de riesgo te dicen que 2 lotes de #EURUSD son idóneos, entonces hay que ir con 2 lotes.

Cambiando el volumen te conviertes en tu propio enemigo. En una operación ganarás 500€ en otra perderás 70€, en la siguiente perderás 2.000€… Entrar en modo montaña rusa guiándote por la inspiración es el principio del fin.

Sobre cómo establecer las reglas de la operativa ya escribí este artículo hablando del Plan de Trading.

 

#2. Gestiona el Riesgo acorde a tus posibilidades REALES

Me refiero a que el Stop debe estar planteado en relación a lo depositado en la cuenta, no al nominal.

Es decir, si tienes 20.000€ y abres una trade por valor de 100.000€, el 2% de Stop deberían ser 400€ (sobre 20.000€, no sobre los 100.000€ de la posición)

Dicho así es un poco lío. En esta tabla se ve mejor:

Ejemplo de cómo gestionar el riesgo en una cuenta apalancada. El Stop siempre va en función de tu dinero. No de la posición.

 

#3. Ir apalancado y sin Stop es el camino más rápido para que te salte el GAME OVER

Una cuenta apalancada no significa jauja, libertad sin reglas. Al igual que a un niño no le puedes criar sin normas. Porque no le estás dando ninguna seguridad, y crecerá totalmente perdido.

Mira, el principio más básico del trading es que tú no pintas nada porque el mercado es muchísimo más fuerte que cualquiera de nosotros. Por eso siempre hay que estar protegido, por lo que pueda suceder. Una operación apalancada sin Stop puede significar el final de tu andadura en el mercado.

A veces el precio irá en tu contra, así funciona este juego. Y si no lo asumes desde ya, mejor retírate de la partida porque te van a barrer. Te dejo el post en el que te recuerdo por qué es necesario que salten los Stops-Loss de vez en cuando, y continuamos:

 

El COSTE DE OPORTUNIDAD es el verdadero motivo por el que merece la pena ir apalancado

Mira, sólo tengo 3 cosas claras en la vida: que voy a pagar impuestos, que voy a morirme, y que voy a seguir operando con apalancamiento (comentario irónico). Ahora hablando enserio, sin la palanca de la deuda estaría muy desubicado porque ni siquiera tendría un techo sobre el que dormir, no hubiera podido comprar mi casa. Puedo asegurar que el apalancamiento es uno de los pilares sobre los que he construido mi vida.

En el trading aplico la misma filosofía. Si una plataforma me permite hacer cosas que no podría hacer yendo a pecho descubierto, ¿por qué no voy a aprovecharlo?

Imagina que quisieras operar con 100.000€, te sientes preparado para ello y has estado un tiempo en simulado probando la estrategia. La cuestión que te surge es: «¿Cómo consigo los 100.000€?» Es aquí donde entra en juego el coste de Oportunidad, por el que cobra sentido el apalancamiento:

 

El coste de oportunidad temporal, porque el tiempo es oro

Me refiero al tiempo que va a pasar hasta que reúnas los 100.000€. Si tienes sueldo de futbolista, genial. Pero si tienes un sueldo medio, pasarán varios años hasta que te juntes con lo que pretendías.

Y oye, que al final el tiempo en este mundo es limitado. Quizás no lo has pensado, pero es tu recurso más valioso. Es el único que no puedes multiplicar.

Si de verdad eres rentable, si de verdad eres capaz de ganarle al mercado, habrás pasado varios años sin sacarle chicha a ese dinero que podías manejar. Será un tiempo que jamás regresará… Pero con el apalancamiento puedes adelantarte y solucionarlo.

 

El coste de oportunidad financiero que te come a intereses

Los bancos no son hermanitas de la caridad, como tampoco tú lo eres. Su función es tomar el dinero de los ahorradores, guardárselo en un lugar seguro, y prestárselo a inversores. Como es lógico, si le pides el dinero al banco te va a cobrar unos intereses.

Siendo conservadores, pongamos que te va a cobrar un 7% al año. Y si tardas en devolverlo 5 años… ¡habrás pagado más de 30.000€ en intereses!

Apalancándote el coste es ínfimo, porque es un dinero que no te están prestando. No le deberás nada a nadie. Y oye, mejor tener 30.000€ en el bolsillo que no tenerlos.

 

El coste de no aprovechar otras oportunidades porque tienes las manos atadas

El último problema de dedicar los 100.000€ al trading es que estarás renunciando a dedicárselo a otras cosas. Por ejemplo, si aparece de repente un chollo de casa porque el padre del vecino de la Mari ha fallecido y quiere vender el piso cuanto antes al precio que sea, tú no podrás comprárselo.

O quizás prefieres invertir ese dinero en la educación de tus hijos para darles un mejor porvenir. O  para empezar ese nuevo negocio, ahora que al fin todo cuadraba y podías arrancar. O para tomarte al fin un par de años sabáticos en Tailandia y coger fuerzas antes de tomar un nuevo camino laboral.

Sea por el motivo que sea, tener la posibilidad de apalancarte y no hacerlo es como ir a la guerra con arcos y flechas mientras los demás van con artillería pesada.

 

Disclaimer: el apalancamiento no es una buena idea para la «operativa del abuelo»

Me refiero a la más sensata de todas: utilizar tus ahorros para comprar acciones de calidad (te hablo de las Inditex, Apple o Santander de turno), y sentarte a esperar que pasen los años mientras ves cómo pasa la vida, cómo tu cuenta corriente engorda gracias a los dividendos, y cómo tus empresas se revalorizan. La historia no engaña: éste siempre ha sido (y siempre será) el trading más rentable. Porque en bolsa la intervención humana siempre lo fastidia todo, sobre todo cuando te crees más listo que el mercado.

Pero si no pretendes esperar 20 años para ver resultados, entonces sí te hace falta apalancarte. Esto no quiere decir que te vuelvas loco haciendo Scalping con velas de 30 segundos, como un desquiciado. Me refiero a operar en un gráfico calmado, como H4 o Diario, para tener tiempo de sobra a reflexionar cada posición.

Ese precisamente es el método de trabajo de esta Academia, sin apalancamientos tóxicos que pretenden acortar un camino inevitablemente largo (que aquí no estamos en «OnlyFans», todos los excesos se pagan tarde o temprano). Es posible apalancarte lo justo y necesario para hacer tu trading más sencillo. Por aquí tienes el enlace al Curso en el que aprenderás a hacerlo:

 

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Y recuerda operar apalancado sí, pero vigilando siempre la gestión monetaria de cada trade. Que nadie lo va a hacer por ti 😉

El consejo de Enrique Mazón

Un trader del montón.

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