La mejor forma para hacerte millonario con la bolsa,

Es ser billonario,

Y empezar a hacer «trading»


 

La primera vez que me puse un dorsal a la espalda para competir en una carrera ciclista fue en Asturias, en alguno de los pueblos que están pegados a Cantabria, después de pasar la frontera natural que genera el río Deva dejándose caer entre los escarpados Picos de Europa. Apenas tenía 11 añitos cuando comencé a correr en pueblos perdidos de la mano de Dios, a los que ahora regreso con tremenda satisfacción. Mientras estoy tomándome un café en la plaza, sin ningún tipo de prisa, pienso que por allí estuve dejándome el alma intentando levantar los brazos al cruzar la línea de meta.

Mi padre, Bernardo Mazón Blanco, había sido ciclista profesional en el equipo Teka – que para muchos fue considerado la mejor escuadra del mundo en los años 80 – y en el Paternina. Al crecer en una casa llena de trofeos antiguos, donde se veía el Tour de Francia y la Vuelta a España de forma totalmente natural, y estando rodeado de cuadros de bicicleta y tubulares, siempre me llamó la atención el deporte de las dos ruedas. Parecía cantado que yo estaba destinado a ser ciclista, como así fue.

Recuerdo que llevaba pidiendo en casa desde hacía bastante tiempo una bicicleta de «corredor» (expresión en desuso, pero que me encanta). Cuando recibí en Navidades aquella Orbea de aluminio que me estaba esperando al lado del árbol, estaba exultante de gozo, buscaba cualquier excusa para salir de casa montado en mi joya, incluso la utilizaba para bajar a comprar el pan a la esquina del barrio. ESe mismo invierno me apuntaron a la Peña Ciclista Sprint del Valle de Camargo – un pueblo a las afueras de Santander – con quienes competí en todas las categorías: escuelas, cadetes, juveniles y aficionados de primera.

 

A mi madre, que tiene el instinto protector bastante desarrollado, no le hacía nada de gracia que a mí también me diera por jugarme el pellejo en la carretera, como lo había hecho su marido. Tenía buenos recuerdos del ciclismo, claro, pero también había vivido experiencias bastante desagradables, y no quería pasar otra vez por lo mismo. Sólo que, en esta ocasión le iba a tocar sufrirlo con su hijo, que puede ser incluso peor.

Creo que el mayor shock para ella fue un viaje que se hizo desde Cantabria hasta Andalucía para ver correr a mi padre en la vuelta ciclista a Sevilla, junto a unos amigos. Fueron de sorpresa, se habían pasado toda la noche metidos en el coche, porque en los años 80 recorrerte España de norte a sur no se hacía en 8 horitas por una cómoda autovía, no. Eran 15 horas conduciendo por carreteras nacionales y autonómicas que ahora consideraríamos de mala muerte, jugándote muchas veces la vida porque nunca sabías qué te ibas a encontrar en la siguiente curva, ya fuera un animal cruzando la carretera, un vehículo circulando en dirección contraria, o algún objeto caído de un camión.

El caso es que se presentaron en la otra punta de la Península Ibérica ese grupito de «fans» de mi padre, y se pusieron en una cuneta para darle ánimos y sorprenderle cuando pasara al lado suyo… pero mi padre nunca llegó a pasar por ahí. Para ser más exactos, no pasó montado encima de su bicicleta, porque se había caído justo en la curva anterior, que era un descenso peligroso, y le habían evacuado inconsciente en ambulancia al haberse dado un golpe en la cabeza que podía haber supuesto su final en este mundo. En aquella época casi nadie utilizaba el casco – no era obligatorio llevarlo puesto en carrera -, y los pocos que lo usaban eran los «cobardes» del pelotón, quienes sufrían las burlas del resto de compañeros.

Aquí estaba yo, testigo directo de la Vuelta a España del año 1991. Era la salida de la 15ª etapa que comenzaba en Santander y terminaba en los Lagos de Covadonga asturianos, tras 187 kilómetros recorridos. Esta foto la publicó el Diario Montañés el 15 de mayo de 1991.

 

Te estaba contando sobre mis inicios compitiendo, que debió de suponer un suplico para mi madre, al verse 25 años después entrando de nuevo en la rueda de sufrimiento e incertidumbre que acompaña inevitablemente a los familiares de un ciclista. Aquel evento para mi fue un desastre absoluto, yo era un mocoso de 11 años que no sabía nada del mundillo en el que acababa de introducirme. Más bien podía identificarme como el arquetipo anti-ciclista: me quedaba atrás en las curvas porque no manejaba bien la bicicleta, no aguantaba los cambios de ritmo que venían después de los estrechamientos – el conocido látigo – , y no sabía ponerme a rueda para protegerme del viento.

Era una carrera muy modesta, en la que se daban varias vueltas a un circuito ratonero por las calles del pueblo. Empezamos solamente 12 corredores y terminamos 8. Ya te imaginarás dónde estuve ubicado prácticamente desde la salida: en los últimos puestos.

Por delante llegaron los 6 corredores que se habían destacado e iban a disputar la victoria, y por detrás nos habíamos quedado los dos que más perdidos estábamos, supongo que mi compañero de fatigas también era un recién llegado. En la última parte de la carrera ya sabíamos que nos jugaríamos mano a mano el honor de no llegar el último, y recuerdo perfectamente que esprinté trasladando toda la potencia que mis piernas tenían a los pedales, como si se fuese a acabar el mundo en ese preciso instante. Mi esfuerzo titánico sirvió para «ganar» a mi rival, y por quedar séptimo me dieron un trofeo precioso que todavía guardo, uno de los más bonitos que conquisté en mi breve carrera deportiva.

 

El «Apalancamiento Financiero», la primera vez que lo utilizas en una cuenta de Trading, suele ser una historia con mal final

Te he contado sobre cómo fue de penoso mi estreno compitiendo en una carrera ciclista, porque las primeras experiencias siempre distan mucho del resultado que esperabas conseguir (lo que aparece en la imagen de Aliexpress vs lo que te llega). Por eso la primera vez que tienes sexo (o haces el amor, según se mire) suele ser la peor de todas: no estás preparado para llevar los mandos, y los nervios de enfrentarte a algo que supone tanta responsabilidad – ¿qué dirán de mi? – tampoco ayudan. Suele terminar en vestirse de nuevo a toda prisa con una sensación a caballo entre el miedo y la vergüenza, nada parecido a la fantasía que te habías imaginado viendo aquella escena de dominación en una película porno.

Yo, la primera vez que escuché «Apalancamiento» casi me caigo de la silla en la que estaba sentado, por el susto que me causó escuchar una palabra que sonaba tan fuerte. Sucedió en la oficina que tenía el mítico bróker GVC Gaesco en Santander, en la señorial calle Isabel II, a un paso del ayuntamiento. Allí trabajaba Javier, quien era el representante de Gaesco en Cantabria.

Acudí a su oficina porque tenía a mis padres fritos hablándoles de la bolsa, no paraba de repetirles lo mucho que me llamaba la atención el campo bursátil. Un día mi padre, cansado de escucharme, me llevó a conocer a Juan José Martínez Ranero, que había sido compañero suyo en el equipo Teka. Juanjo era uno de los principales agente de seguros de la región, y compartía el despacho con Javier, un farmacéutico que, en su época, se dedicaba a hacer análisis de sangre a los ciclistas para identificar qué valores sanguíneos tenían más débiles.

 

Cuando llegamos a la sucursal de Gaesco aluciné con lo que tenían montado, no me esperaba encontrar en un rinconcito de nuestra pequeña ciudad cántabra una escena de película, como si de repente hubiera caído en un banco de inversión de Wall Street. Javier tenía un montón de pantallas una encima de otra, al fondo había dos televisores en inglés que retransmitían las últimas noticias económicas de América y el teléfono no paraba de sonar con los clientes desesperados pidiendo colocar órdenes. Me daba la sensación de estar viviendo un sueño, y no quería despertar.

Javier se puso a contarme cosas de su día a día: cómo se formaban los precios, hicimos un pequeño recorrido por la plataforma de operaciones, me dijo en qué noticias se fijaba… Desde la primera hasta la última palabra que dijo era como si me estuviera hablando en chino. Yo iba de gallito porque ya había comenzado a estudiar la Licenciatura en Administración y Dirección de Empresas y pensaba – iluso de mí – que sabía cómo funcionaban los mercados… pero enseguida me di cuenta que no entendía nada de nada.

Sabía que estaba ante el inicio de algo grande, así que comencé a acudir a su despacho varias veces a la semana. Considero que Javier fue mi padrino en bolsa, me vio joven – apenas tenía 19 años – con ganas de aprender en el mundillo y me ayudó sin esperar nada a cambio. Quién me iba a decir que pocos años después estaría trabajando en el corazón financiero de España para uno de las mayores casas de Prop Trading del mundo.

 

En una de nuestras charlas me habló del producto estrella que acababa de nacer hacía muy poco tiempo, el que hacía las delicias de los pequeños inversores: los CFDs (sus siglas vienen de Contract For Differences → Contrato por Diferencias). En ese preciso instante, mientras Javier me comentaba las ventajas de los CFDs, fue cuando el apalancamiento salió a colación. Supongo que alguna vez has escuchado algo parecido a lo que me dijo: que con 1.000€ podías operar como si tuvieras 20.000€, que debías vigilar el margen para que no te cerraran las posiciones, que lo ideal era no perder más del 2% en cada trade…

Yo vi tan claro los beneficios de este producto financiero novedoso que abrí una cuenta de CFDs y metí todos los ahorros de la adolescencia, más cinco mil euros que me donó mi abuela para que lo invirtiera en acciones con vistas a largo plazo. Lo que pasa es que no podía esperar a ver los resultados dentro de 15 años, yo quería comerme el mundo en ese preciso instante, como si fuera uno de los tiburones de Wall Street que estaría ganando un montón de billetes siendo jovencito para presumir frente a mis amigos de ser un exitoso hombre de negocios. ¿Qué podía salir mal?

El desenlace de esta historia dista bastante de las expectativas con las que empecé, porque el dinero que invertí en aquella primera cuenta de CFD’s me duró apenas unos meses. Entre otras cosas por utilizar mal el Apalancamiento, el protagonista de este artículo. Quería correr antes que aprender a andar, me creía más listo que nadie y la vida enseguida se encargó de darme una buena bofetada de realidad.

 

«Apalancamiento Financiero», un término que lleva utilizándose miles de años

Apalancamiento es el acción o efecto de Apalancarse, que a su vez es «levantar o mover algo con la ayuda de una Palanca». Por su parte, una Palanca es la herramienta que te permite multiplicar tus fuerzas para generar desplazamiento en otro objeto. Las Palancas se llevan usando desde tiempos inmemoriales, sin ellas hubiera sido imposible construir el acueducto de Segovia, las pirámides de Egipto, o la Gran Muralla China.

El matemático siciliano Arquímedes (Siracusa 287 a.C – 217 a.C, fallecido en el asedio a Siracusa defendiendo la ciudad durante la segunda guerra púnica) ya teorizó sobre las palancas, dejando por escrito la frase «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». Es decir, que no estamos descubriendo nada nuevo al hablar de las palancas. Sólo lo estamos recordando.

Sabiendo en qué consisten las palancas vamos a echar un vistazo a la definición oficial de apalancamiento financiero. Copio y pego de la biblioteca online por excelencia, la Wikipedia. Dice así:

El apalancamiento financiero es el aumento de la capacidad operativa mediante deuda u otros instrumentos financieros.

Al reducir el capital inicial que es necesario aportar, se produce un aumento de la rentabilidad obtenida.

El incremento del apalancamiento también aumenta los riesgos, dado que provoca menor flexibilidad o mayor exposición a la insolvencia o incapacidad de atender los pagos.

 

Es una definición tan buena que no pienso añadir nada más. Simplemente la voy a complementar con una imagen que puede valer más que mil palabras.

El efecto multiplicador de la operativa apalancada queda reflejado en este sencillo gráfico. Cuando las operaciones son ganadoras el Apalancamiento te permite ganar mucho más dinero. Pero si entras en una racha negativa, el Apalancamiento puede ser tu peor pesadilla.

 

La medida estrella para que el apalancamiento financiero en el trading sea tu aliado y no tu enemigo

Este sutil detalle que viene ahora es tan importante, que marcará la diferencia entre contemplar tu libro de operaciones teñido de color verde como si tuvieras un pequeño tesoro entre tus manos, o hundirte en la pesadilla del trading.

Tiene que ver con qué buscas, o en qué te fijas, cuando abres una operación en el mercado. La grandísima mayoría de traders abren una posición pensando en cuánto dinero ganarán, pero esto no funciona así. Antes de darle al botón de comprar o vender, hay que otear dónde irá colocado el Stop.

Una vez que tienes pensado el plan de escape en el caso de que la operación no vaya como tenías pensado al principio, ya pensarás en cuánto ganarás si es que la trade sale bien. Ya sé que es muy provocador pensar sólo en la parte bonita y creer que el precio se girará en cuanto entres al mercado para ir volando a buscar el Take Profit. Pero hay una trampa que nadie te cuenta.

Seguir la filosofía de «caer en la tentación» a largo plazo sólo atraerá miseria a tu vida por preferir un placer instantáneo frente a un dolor temporal que ofrezca recompensa futura. Es lo que les sucede a quienes «se dejan llevar por lo que me pide el cuerpo en este momento», frase tan repetida en el famoso programa de Telecinco que sucede en una isla de la República Dominicana. Lo que no vemos detrás de las cámaras es en qué estado se encuentran unos años después estos jovenzuelos que se creían los reyes del mambo, y que después andan llorando por todas las esquinas medicados hasta las cejas de antidepresivos cuando la realidad les viene a visitar.

 

Bien, una vez que ya tienes identificado el punto de Stop y que sabes dónde vas a entrar, el siguiente paso es calcular cuánto volumen meter. Y ojo, porque el lotaje va en función de la pérdida máxima que puedes asumir, que será un porcentaje de la cuenta. Si vas con una cuenta de 10.000€ y el Stop es el 3%, como máximo perderás 300€.

Entonces, si la pérdida máxima son 300€, y el Stop en la posición que has abierto del DAX está justo a 300 puntos… ¿Cuánto volumen hay que llevar? La respuesta es bien sencilla: 1 lote.

El orden de los factores en el caso del trading sí altera el producto. Primero marcas un Stop que invalide el escenario por el que entraste al mercado, después calculas el volumen, y por último entras al mercado aprovechándote del Apalancamiento. Así es como esta herramienta, la misma Palanca que servía para impulsar rocas de varios miles de kilos hasta la cima de una pirámide, te será de ayuda en la operativa.

Trading Apalancado, sí, pero con cabeza. Fíjate que el volumen para perder 300€ no será igual si el Stop va situado a 100, 300 o 1.000 puntos. Cambiarán los lotes dependiendo de dónde va el Stop y, por lo tanto, también cambiará el apalancamiento.

 

Para cumplir con este Apalancamiento Sano que te facilite la existencia en el trading hacen falta dos cosas:

#1. Definir cuál es el máximo riesgo, acorde al capital en cuenta. Y no cambiarlo

En el ejemplo de arriba marco un 3% de Stop sobre la cuenta, que es una medida estándar, como también lo podría ser el 2%. Perder un 3% en cada trade significa que la cuenta te duraría, al menos 33 operaciones si todas salieran negativas. Y con un 2% te puedes permitir hasta 50 operaciones rojas, como cortafuegos es una medida súper efectiva.

Sea un 2, un 3 o un 4%, una vez que hayas decidido qué Stop más te conviene, no te dejes arrastrar por las modas, ni por lo que diga el gurú de turno, ni porque un día te hayas levantado con más confianza y otro más miedoso. La pérdida máxima es un parámetro que has establecido en un momento de reflexión y calma, analizando la esperanza matemática del sistema. Hay que ser fiel a ella ante todo.

Cambiarlo sobre la marcha significará entrar en modo «montaña rusa» 🎢. Porque ganarás en una trade 500€, en la siguiente perderás 70€, y en la siguiente perderás 2.000€… Entrando en esa dinámica el mayor enemigo no está fuera, sino que lo puedes contemplar delante del espejo.

 

#2. El Stop está para invalidar el escenario. No para que salte.

Si salta el Stop significa que tu escenario de trading era erróneo. Divisaste un mercado en rango lateral, pensabas que iba a continuar así, pero justo cuando tú entras empieza la tendencia.

Bueno, no pasa nada. Que el mercado cambie su estado ha sucedido antes de que cualquiera de nosotros naciéramos, sucede en la actualidad, y seguirá sucediendo por los siglos de los siglos.

Si no estás preparado para que el precio vaya en tu contra de vez en cuando, es mejor retirarse de la partida, porque no vas a soportar la frustración de estar equivocado.

El mercado estaba en rango lateral, haces una buena compra en zona de soporte pensando que va a continuar el rango lateral, pero rompen niveles y empiezan una tendencia bajista. Inevitablemente salta el Stop. Se asume sin ningún tipo de problema, y se va a por la siguiente operación

 

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El COSTE DE OPORTUNIDAD es el verdadero motivo por el que merece la pena ir apalancado

Mira, sólo hay 3 cosas claras en la vida: que voy a pagar impuestos, que voy a morirme, y que voy a seguir operando con apalancamiento (comentario irónico). Ahora hablando enserio, sin la palanca de la deuda estaría muy desubicado, porque ni siquiera tendría un techo sobre el que dormir, ya que mi casa la compré a base de apalancarme en una hipoteca. Este apalancamiento sano es uno de los pilares sobre los que he construido mi vida.

En el trading aplico exactamente la misma filosofía que con la compra de mi casa. Si una plataforma me permite cumplir mis objetivos financieros un poco más rápido, ¿Por qué no voy a aprovecharlo, si existe una manera de hacerlo bien?

Imagina que quisieras operar con 100.000€, te sientes preparado después de haber estado varios meses probando una estrategia en simulado día y noche, y ya la dominas. Pero claro, conseguir esos 100.000€ para operar no es tan sencillo. Es aquí donde entra en juego el coste de Oportunidad, el verdadero motivo por el que cobra sentido el apalancamiento:

 

El coste de oportunidad temporal, porque el tiempo es oro

Es el tiempo que pasa hasta que reúnas los 100.000€. Si tienes un sueldo parecido al de un futbolista, genial, porque no será un problema. Pero si tienes un sueldo medio, serán necesarios varios años hasta que ahorres dicha cantidad.

Sabiendo que el tiempo en este mundo es limitado – de hecho es tu recurso más valioso, el único que no puedes multiplicar – el apalancamiento financiero puede acortar este proceso. Y luego, dedicarás tu tiempo a otras tareas que aporten valor a tu vida, en vez de estar esclavizado en un cubículo gris sin ver el sol durante 9 horas al día.

Si de verdad eres rentable, si de verdad eres capaz de ganarle al mercado, habrás desperdiciado varios años de tu vida operando sin apalancamiento. Será un tiempo que jamás regresará… Pero con el apalancamiento puedes adelantarte y solucionarlo.

 

El coste de oportunidad financiero que te come a intereses

Los bancos no son hermanitas de la caridad, como ninguna entidad lo es. Su función es tomar el dinero de los ahorradores, guardárselo en un lugar seguro, y prestárselo a inversores. Como es lógico, si le pides el dinero al banco te va a cobrar unos intereses.

Pongamos que, para un préstamo personal de 100.000€, te cobran un 7% al año. Si devuelves el principal pasados 5 años, no sólo tendrás que retornar los 100.000, no… ¡hay que sumarle otros 19.000€ en concepto de intereses!

Apalancándote no asumes ese coste financiero, porque no estás pidiendo dinero  prestado a nadie. Solamente estás usando una funcionalidad de la plataforma. Así que mejor tener 20.000€ más en el bolsillo, a no tenerlos.

 

El coste de no aprovechar otras oportunidades porque tienes las manos atadas

El último problema de dedicar 100.000€ exclusivamente a una cuenta de trading es que estarías renunciando a otros proyectos. Por ejemplo, si el abuelo de tu vecina la Mari ha fallecido y quiere vender el piso que ha heredado a un precio ridículo, tú no podrás comprárselo. Esa mega oportunidad que ha aparecido delante de tus ojos, te verás obligado a dejarla pasar.

Pueden aparecer otros igual o más interesantes, como invertir ese dinero en la educación de tus hijos para darles un mejor porvenir. O para empezar ese nuevo negocio que llevabas soñando arrancar desde que eras un niño, ahora que al fin te concedieron la licencia de ocupación. O para tomarte al fin un par de años sabáticos en las selvas de Tailandia, descontaminándote después de haber pasado varias décadas viviendo en la gran ciudad.

Sea por el motivo que sea, tener la posibilidad de apalancarte en una cuenta de trading y no hacerlo, es como ir a la guerra con arcos y flechas. Mientras el enemigo ha acudido al cambo de batalla con cañones. Estás en una desigualdad de condiciones brutal.

 

Diferenciando el apalancamiento Sano y el apalancamiento Tóxico: depende de si vives por encima de tus posibilidades, o si eres realista

La deuda resta libertad de movimiento, porque al contraerla estás incurriendo en una obligación futura. Y por mucho que pretendas huir, no te puedes escapar de ella.

Por lo tanto, cuanto menos pidas prestado, más libertad vas a tener. Y como la libertad implica crecimiento personal, quien tenga menos deuda crecerá interiormente más que quien asume muchas deudas. Y desarrollarte plenamente gracias a tu libertad es una de las mejores sensaciones que puede haber en este mundo.

Por eso yo me declino por la filosofía de la vieja escuela, la de no meterte en jardines de los que no puedes salir.

 

Endeudarte para marchar de vacaciones a la isla mediterránea de moda, es una de las decisiones más absurdas que una persona puede tomar. Está hipotecando su futuro, a cambio de una gratificación presente que será efímera.

Y una vez haya terminado la «experiencia», no solo permanecerá en ti una sensación de vacío que te obligará a buscar nuevos estímulos cada vez mayores (sí, como las drogas). Sino que deberás pagar la fiesta que te pegaste a cambio de entregarle tus horas a una empresa.

Este apalancamiento tóxico en el fondo está denotando que la persona tiene unos problemas profundos, y que intenta apaciguarlos a base de parches temporales. Y no se da cuenta de que lo único que está logrando es hacer la montaña del problema cada vez más grande e imposible de esconder.

 

Luego está el apalancamiento que podríamos considerar «sano», cuando te endeudas para comprar una casa porque es la única vía para hacer realidad el proyecto de construir una familia. Sin el apoyo del banco casi nadie podría comprarse una vivienda a toca teja adelantando 200.000 o 300.000€. La única manera de crear un hogar es poner 50.000€ de entrada y apalancarte por 150.000€ a 20 años vista.

Pero claro, para que la hipoteca no se convierta en tóxica hay que hacer las cosas con cabeza. Si la cuota se te lleva el 80% del sueldo, dime tú de qué vas a comer. O cómo vas a vestir a tus hijos.

Endeudarte de forma tan seria implica un compromiso muy fuerte por tu parte a largo plazo. En el peor de los casos, si pierdes el trabajo y no puedes pagar la letra, el banco podría llamar a tu puerta y obligarte a malvenderla, dejándote sin los ahorros de la entrada, sin casa, y hasta con una deuda pendiente de saldar con el banco. Por eso nadie deja de pagar la hipoteca, por muy apurado que esté.

 

En el trading sucede lo mismo: el apalancamiento en sí no es ni bueno ni malo, depende de cómo gestiones el riesgo.

Al igual que una copa de buen vino al anochecer no es mala. Pero si empiezas el día con un chorrito de anís en el café, a mediodía llevas 4 cervezas, y por la tarde el Whisky es tu mejor acompañante… Hay un serio problema.

Si para sacar un puntito extra de rentabilidad quieres ir apalancado, está perfecto. Pero si vas apalancado al máximo de lo que da la plataforma, y en cada operación te juegas el 80% de la cuenta, en realidad estás yendo al casino a apostar por el rojo o negro. Y en eso no consiste el trading.

Existe una forma rápida de diferenciar al trader que pretende ganar dinero muy rápido apalancándose a todo lo que da la plataforma, del que prefiere ir piano, piano, haciendo las cosas bien. Si le oyes preguntar por el apalancamiento máximo que permite el bróker, está metiéndose en un jaleo de mucho cuidado. Más pronto que tarde visitará el Cementerio de Traders, del que te hablé en este post:

 

Disclaimer: el apalancamiento no es una buena idea para la «operativa del abuelo»

Me refiero a la estrategia más sensata de todas: utilizar los ahorros para comprar acciones de calidad, como las Inditex, Apple o Santander de turno. Una estrategia tan sencilla como invertir en compañías que funcionarán dentro de 100 años, y sentarte en un banco a esperar. Y mientras contemplas cómo pasa la vida, tu cuenta corriente engordará gracias a los dividendos que vayas cobrando, y a lo que se revaloricen los títulos que adquiriste.

Quizás estoy tirando piedras contra el propio tejado de esta Academia al decirte que éste método siempre ha sido el más rentable, pero no puedo esconder la historia. El motivo es que, en bolsa, la intervención humana siempre lo fastidia todo. Sobre todo cuando nos creemos más listos que el mercado.

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Firmado por Enrique Bernardo Mazón Haya

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