Soy el primero que odia el postureo online. Me quité Instagram y Facebook cansado de las vidas de purpurina. No lo aguantaba más.

Por desgracia esta peste también está llegando a Twitter, la única red social que mantengo para informarme de lo que sucede en el mundo.

Cada vez es más insufrible ver fotos de viajes, de vidas supuestamente paradisiacas o de nómadas digitales encantados con cambiar de país cada dos semanas narrando su experiencia.

No entiendo por qué necesitan radiar cada paso que dan, si están tan encantados. Son cosas que no me cuadran.

El colmo del absurdo llega con esas chicas que suben fotos dentro de impresionantes suites en rascacielos de Dubai. Y que, casualmente, no tienen oficio conocido.

¿Te imaginas a cambio de qué están ahí? No hace falta ser muy listo para hacerse una idea.

En el post de hoy no pretendo posturear. Ni impresionar. Ni llamar tu atención para sentirme validado.

Sólo quiero contar algunas bonitas experiencias que tuve el año pasado.

Y, además, cómo lo he relacionado con el Trading para sacarle jugo.

Arrancamos.

Mi relación con los Eventos Deportivos

Alguna que otra vez he contado por aquí que mi padre lleva más de 30 años con una empresa de cronometraje electrónico que él mismo fundó, uno.es. Está especializado en eventos deportivos: ciclismo, atletismo, patines, natación, caballos, remo…

Si lleva un dorsal, se puede cronometrar y sucede en el norte de España, seguramente haya pasado por las manos de UNO.

Yo llevo acompañándole a las carreras desde que era un enano. He crecido en ese ambiente que mezcla la competición y la tecnología y siempre he estado súper a gusto. Me lo he pasado bomba y he conocido un montón de pueblos gracias a este trabajo itinerante.

Tengo una costumbre: en cada salida apaño algo de comer para traerlo de vuelta a casa. Si vamos a Extremadura, regreso con torta del Casar. En la Vuelta a Asturias, cabrales y sidra. En el último evento, un Enduro en Callosa d’Ensarria, me traje mermelada de nísperos.

De los tres países que te voy a hablar a continuación traje un juego de té, pasminas y recuerdos religiosos. Adivina cuál pertenece a cuál ;).

La Vuelta a Turquía 2022. Ciclismo profesional exótico

Cuando faltaba menos de un mes para el evento llegó una llamada de un número desconocido. El tío hablaba inglés a trompicones, con un acento asiático muy marcado.

Al final nos acabamos entendiendo. Estaban proponiendo a mi padre llevar el cronometraje de la Vuelta Turquía, el mayor evento ciclista de Asia.

A pesar de que en esas fechas ya estaban contratadas otras carreras era una bonita oportunidad, de las que salen pocas veces en la vida. No se podía desaprovechar así como así.

¿Qué mejor manera de visitar un país exótico que cobrando, en lugar de ser un turista más poniendo dinero de tu bolsillo? Además del orgullo que supone que te llamen de tan lejos para trabajar.

La suerte estaba echada. En cuestión de un par de semanas, después de reorganizar el calendario, allí nos plantamos sin dudarlo.

Comenzaba la experiencia turca.

Bernardo Mazón en la presentación de la Vuelta Turquía 2022 con los chips listos para entregarlos a los equipos

 

Lo más bonito de la carrera fue que discurría por la Turquía profunda, alejados de Estambul.

Eso lo hizo más real. Más auténtico.

No es lo mismo venir a España y quedarte dos semanas en Madrid, que dejarte caer por un pueblo de las montañas de Huelva. O por los caseríos de Guipúzcoa. O por la España vaciada entre Guadalajara y Soria. No sé si me explico.

Todos los días montábamos a primera hora y después nos íbamos a dar un paseo por los alrededores. Los ciclistas no llegaban hasta la tarde, por lo que teníamos varias horas entre medias para aprovechar.

Ahí es cuando sucedían las cosas bonitas.

En la etapa 2 estábamos en Alaçatı. Un pequeñito pueblo costero del egeo.

Nos adentramos por las callejuelas del centro y topamos con un mercadillo. Igual que los de las películas, donde las calles están abarrotadas de prendas y los comerciantes se pelean por colocar el producto.

Por cierto, con pescado crudo en la calle pegando el calorazo. Esas cosas dan bastante asquete.

Recuerdo a la perfección un detalle con el que aluciné. Había un señor con una cabra queriendo intercambiarla, o venderla.

Es como si vas paseando por el mercado de San Antón y ves un paisano que ha llevado una oveja para comprar dulces. O plata. O lo que sea.

Otra cosa que me llamó la atención fue el zumbido constante llamando al rezo. Sobre todo en las ciudades grandes, donde tienen altavoces en todos lados.

Si has estado en un país musulmán sabes de lo que te estoy hablando. Es un sonido que no se te quita de la cabeza. Da igual si estás en el hotel, en la calle o en el baño. El zumbido te persigue a todas horas.

Da muy mal rollo.

Y ahora te voy a contar cuatro cosas. Dos que molaron un montón, una realmente asquerosa y una anécdota en la que no sabía si de allí iba a salir vivo o no.

Empiezo por lo malo. El Racismo.

En España – y en los países europeos donde mejor se vive – nos quejamos de racismo porque en un campo de fútbol cuatro desgraciados le han dicho «negro de mierda» a un jugador del equipo rival.

Y nos creemos que eso es racismo.

¡ Já !

Racismo es ver cómo se desprecian entre ellos mismos.

Cómo dejan al chófer esperando fuera del restaurante cuando hace un frío que pela.

Cómo le tratan constantemente con aire de superioridad, dándole órdenes sin siquiera mirarle a la cara.

Cómo no son capaces de preguntar un «qué tal estás» al cruzarse.

Y lo grave es que no tratan así a los de fuera, no. Es entre ellos. Entre turcos.

En Turquía hay una mezcla curiosa. Por un lado están los blancos, y por otro hay todo tipo de mestizaje. Sirios, Egipcios, Armenios, Georgianos, del Líbano..

Un batiburrillo de mucho cuidado.

El caso es que los que están en lo alto, los que tienen buenos trabajos, son súper racistas.

Y ojo, que con un buen puesto me estoy refiriendo a ganar 700 u 800€ al mes. Tampoco te pienses que son aquí los millonetis.

Pues esos ven a los de abajo como escoria. Literal.

Y ahora voy con las cosas buenas.

Primero, me sorprendió la hospitalidad.

Esto es algo que siempre dice la gente que va lugares de pobreza extrema como África o la India. Que la gente suele compartir contigo lo poco que tiene.

Una mañana nos hicieron ir a la salida mucho antes de lo previsto. Nos plantaron en mitad de la nada a las 6 de la mañana. Y a esperar.

Allí no había llegado nadie. Era un páramo desértico. Poco más y nos comen los lobos.

Tocamos la puerta de una casa y, a pesar de comunicarnos a duras penas, el dueño nos preparó un desayuno excelente. Y fue súper amable.

Estuvimos charlando como buenamente pudimos – el tío no hablaba ni papa de inglés, y nosotros con el turco un cero a la izquierda – hasta que la gente empezó a llegar a eso de las 8. Nos enseñó su casa, nos dejó utilizar el baño.. un encanto de persona.

Al final le dimos una propina en agradecimiento. Sé que lo hizo sin esperar nada a cambio, pero también es cierto que 10€ para ellos es mucho más que para nosotros.

Lo segundo que más moló fue sentirme como una estrella de rock.

Nos llevaban de arriba para abajo con chófer a todos los sitios. En un coche de alta gama negro con los cristales tintados.

De esos que cuando los ves pasar piensas: ahí tiene que viajar alguien importante.

Estaban súper pendiente de nosotros. Todo lo que pedíamos, nos lo daban.

Y es normal. El control de los tiempos y las clasificaciones es de lo más vistoso. En cuanto los corredores cruzan la meta es lo primero que aparece en la televisión.

Con todo el trabajo que hay detrás no pueden permitirse errores. Es la imagen que están proyectando al mundo, ya que lo televisaban en EuroSport para más de 200 países.

Por eso nos tenían en palmitas.

Ser una estrella durante una semana estuvo muy guay.

Cuando no sabía si de una autocaravana iba a salir a trocitos

Te voy a contar un pequeño secreto: no todo fue de color de rosa. Al ser nuevos en el evento hubo algún fallo en la coordinación.

Me explico.

No fue lo mismo que ir a la Vuelta Andalucía, donde llevamos desde mediados de los 90 acudiendo año tras año como un reloj. Conocemos a todo el personal, sabemos con quién hay que contactar en caso de problema, quién lleva los cables.. Estamos como pez en el agua.

En cambio, en Turquía, a 3.000 kms de casa, fue diferente. Y al ser la primera edición no nos entendimos bien con los compañeros de grafismo.

El segundo día el corredor que quedó tercero no llevaba chip, había cambiado de bicicleta.

La primera clasificación rápida se tira por el orden de llegada de los chips y luego ya se revisa uno por uno a ojo con la foto finish.

Claro, el tío no aparecía en la tele. Y no era un cualquiera. Había hecho podium.

Enseguida lo corrigieron, no debieron pasar ni 5 minutos. Era un error lógico que le puede pasar a cualquiera debido a la inmediatez de los resultados.  Muy pocos se dieron cuenta.

Parecía que iba a quedar en una anécdota más, pero no.

Al día siguiente al terminar la etapa unos turcos con cara de pocos amigos vinieron a buscarnos al camión de meta. Alguien nos requería en una autocaravana.

Era alguno de los jefazos que llevaban la carrera.

Los tíos estaban de muy mal humor. Nos pidieron explicaciones acaloradamente, diciendo que no podíamos volver a tener fallos así. Que era imperdonable.

La escena me recordó a cuando Walter White se ponía a fabricar Anfetaminas en su caravana de segunda mano. Estábamos en mitad de la nada, rodeados de arenilla y desierto. En una roulotte cochambrosa con cuatro turcos enfadados pidiendo explicaciones por un fallo que, realmente, había sido una chorrada.

La tensión se palpaba en el ambiente. Vamos, que si alguno de aquellos hombres nos hubiera amenazado con algo más que palabras, tampoco me hubiera sorprendido.

Para la siguiente hablaremos primero con los de grafismo. Así evitaremos estos momentos incómodos.

Las dos semanas en los juegos de Arabia Saudí o cómo un país puede decepcionarte tanto

Spoiler: si algún día me toca la lotería no me busques allí. Que no me vas a encontrar.

Sólo voy a hablar de lo que conozco. La capital: Riyadh. Una ciudad con más del doble de habitantes que Madrid.

Sabía que Arabia era puro desierto, pero no me lo imaginaba tan feo como lo que encontré.

No es como ir a pasear a las dunas de Liencres en una bonita tarde de primavera, no.

Olvídate también de los Oasis en el Sahara con palmeras, un lago y camellos.

El desierto de Arabia en realidad es un polvillo en el ambiente que llega a todos los rincones y que nunca se va. Ni queriendo.

Lo impregna todo. Los coches están sucios del polvillo, los edificios están sucios, las calles están sucias..

Se nota cuando sales a la calle. Respirar resulta incómodo.

Es un asco.

Otra cosa que me sorprendió fue el fervor religioso. Mucho más que en Turquía.

Una mañana necesitaba comprar unas herramientas y salí a por ellas. Me encontré con que estaba todo cerrado.

Tampoco era urgente. Podía esperar hasta el día siguiente.

Luego, de camino al estadio olímpico el atasco era mayúsculo. Por algunos sitios no se podía pasar.

No entendía qué estaba sucediendo.

Hasta que giramos a la derecha y lo vimos. Las calles estaban atestadas de personas rezando.

No les importaba estar en mitad de la carretera cortando uno de los carriles. Los coches respetaban y se apartaban.

¡Hasta los policías estaban rezando! La ciudad se había detenido, con todos los hombres en el ritual. Da igual si en la acera, en un descampado o en el asfalto. Tiraban su mantita al suelo, se descalzaban, y a orar.

Me pareció muy heavy.

Un día cualquiera a las 11 de la mañana en Arabia Saudí

 

El otro punto destacable es el del feminismo. O la ausencia de él, mejor dicho.

Al igual que antes te he hablado de racismo en Turquía, vete tú a hablarles de los derechos de las mujeres a los árabes.

O te meten en la cárcel o te mandan de vuelta con una multa que agárrate.

Mira, salía a pasear todos los días por la noche, cuando el trabajo ya estaba finiquitado.

Me pateé distintos barrios. El distrito financiero, el centro histórico, los mercados indios y pakistanís..

Y nunca, repito nunca, vi una mujer sola.

En ningún sitio.

Y, por supuesto, cuando las veías acompañadas de algún hombre, siempre iban tapadas hasta arriba.

El colmo fue la competición de ciclismo. La prueba femenina se disputaba a las 2 del mediodía con una temperatura media de 35 grados.

Imagínate. Como que no es el ambiente ideal para salir en bicicleta. Y mucho menos a competir.

Bien, pues no sólo salieron a rodar, ¡sino que las chicas iban completamente tapadas!

Con el hiyab por debajo del casco, con el culotte largo cubriendo las piernas y con el maillot de manga larga, tapando los brazos.

Una salvajada. No me quiero imaginar el agobio que estarían pasando.

En fin, son sus costumbres. Pero conmigo que no cuenten.

Polonia. Una vida de primera categoría a coste inimaginable en Europa

Cuando hice mi primera visita a Polonia supe que tenía que volver. Tuve la suerte de que mi empresa tenía sede en Cracovia, solicité el traslado una pequeña temporada y me lo concedieron.

Quedé maravillado. Aquí está el post en el que relato aquella experiencia.

Esta vez regresé un trimestre. Tenía esa espinita clavada y ya me la he sacado. La cruz ya está tachada en la lista de cosas pendientes.

Al principio fue bastante truño porque no conocía nada ni a nadie. Me quedaba trabajando en la habitación y solamente salía por las tardes a pasear.

Ojo, que sólo con eso me daba por satisfecho. Pasear por Cracovia es impresionante. Te quedas embobado mirando a un lado y a otro de lo bonitos que son los edificios.

Puede que no sea objetivo, pero es que estas ciudades medievales, con un castillo en el centro son mi debilidad. Y si además están en Europa del Este, mejor que mejor.

La otra de esa zona que me flipa está en los bálticos: Vilnius. Al igual que Cracovia, tiene un barrio judío precioso, un casco histórico con edificios imponentes y un castillo presidiendo.

Pero no sólo me llama la atención la arquitectura. Se nota que quieren hacer negocio: el dinero es bienvenido.

No pienses que los restaurantes van a cerrar a las 7 de la noche como si estuvieras en Inglaterra. Qué va.

Te dan las facilidades para que estés a gusto el mayor tiempo posible. Eso significa que consumirás. Y lo saben.

Hubo algo que me cambió mi estancia: fue cuando conocí a Alberto.

Es un gallego que había sido directivo en una maderera. El tío llevaba 20 años allí y hablaba polaco a la perfección. Un genio.

Gracias a Alberto descubrí la que fue mi base de trabajo, donde eché horas y horas. Un coworking en pleno barrio judío: Przestrzeń.

Es un sitio de locos. Con espacio para más de 50 personas, rodeado de plantas y unos ventanales en los que entra una luz maravillosa.

No estás con el fluorescente de hospital entre cuatro paredes estrechas. No.

Estás en un espacio amplio, con luz natural y con verde a tu alrededor. Además tenía zona de sofás, donde podías echarte un café con tranquilidad. O una siesta.

Todo está orientado a tener lugar creativo en el que trabajar a gusto.

Allí acudía gente de lo más variopinto. Un informático se plantaba allí todas las mañanas con su perro, que se echaba a dormir a sus pies.

 

El maravilloso Coworking Przestrzeń, en pleno barrio judío

Pero no sólo descubrí el Coworking gracias a Alberto. Como se conoce Polonia al dedillo también hicimos un par de excursiones.

La que más me impresionó fue el santuario de Chestokowa, la virgen negra de Polonia. Es destino de peregrinación, donde se han juntado en ocasiones cientos de miles de personas.

Los polacos son una cultura muy tradicional – católica, pero no tiene nada que ver con el radicalismo que me encontré en las dos excursiones por Asia. Vamos, no están llamando al rezo 5 veces al día con los altavoces a todo trapo.

Son creyentes, pero a su manera. Y a mí me parece mucho más equilibrado su estilo.

En Jasna Gora vi algo que nunca he visto en ninguna Iglesia o Catedral española: la gente hacía cola por entrar a a escuchar misa.

Como no había sitio para todos había varias pantallas instaladas por fuera. Los llenos debían ser habituales, así los que no podían entrar podían seguir la liturgia a través del monitor.

¡Y eso que había misa cada hora! No es que fuera una o dos al día, no. Prácticamente terminaba una y empezaba otra.

Un Coste de vida que compensa por la calidad que recibes

Pero sin lugar a dudas lo que más me gusta de Polonia son los precios.

En la mayor parte de Europa a nada que sales de casa la cartera ya está crujiendo, pidiendo misericordia.

Pocos sitios se libran. Los países mediterráneos se han vuelto locos, Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda.. mejor ni hablamos, y a los nórdicos Noruega, Suecia y Finlandia mejor ni acercarse.

Polonia es uno de esos pocos lugares donde es asequible vivir. O ir de turismo.

Te metes un festival de sushi por 30€, las cervezas en las discotecas te cuestan 2 o 3 euros, los alquileres son decentes..

Y no te estoy hablando de comida de segunda clase, de alcohol de garrafón o de cutrichiles, no. Calidades como lo que te puedes encontrar en Madrid.

Eso sin tener que irte hasta otros sitios donde van a intentar timarte cada vez que entres en un local por tu careto de europeo. Se piensan que eres una bolsa de dólares con patas.

Además de que en muchos países no sabes si a la vuelta de la esquina está esperando un atracador.

En Polonia lo tienes todo. La seguridad y tranquilidad de la Europa desarrollada, los precios de hace 20 años en España y calidad del primer nivel.

¿Quién no querría repetir?

Conclusión: la operativa Swing permite llevar este tipo de vida. No hay vuelta atrás.

Hasta ahora no he tocado nada de trading. Sólo te he hablado de carreras ciclistas, de países sucios y otros limpios, de fanatismo religioso..

Como que soy un poco bluf, ¿no?

Bueno, pues ahora llega la conclusión por la que escribí el post.

Hace tiempo era un enganchado de las pantallas. Estaba todo el día metido en el mercado.

Me supuso problemas en casa. Con mis amigos. Engordé..

El Intradía y el Scalping pasaron de ser un sueño a una auténtica pesadilla. De la que tenía que escapar.

Fue entonces cuando cambié al Swing.

Y no solo los resultados mejoraron. Sino también la calidad de vida. Y la de mi entorno.

Mira, a pesar de estar en estos tres países ningún día he faltado a mi cita enviando las señales. Ninguno.

¿Quién no tiene tiempo para echar 3 vistazos al día y proponer estrategias?

Los activos van a cotizar igual estés en China, en un pueblo remoto de África o en tu casita.

Sólo te hace falta conexión a Internet. Y ahora las tarjetas SIM con tarifa plana están a la orden del día y son súper baratas. No es como hace 10 o 15 años, que costaban un riñón.

Ni siquiera necesitas ir con el ordenador (aunque es preferible para hacer un análisis más sólido).

Pero si ese trabajo ya lo hago yo por ti, más aligerada llevas la mochila.

Es la filosofía que enseño en mi Curso. El sistema es importante, pero también lo es cómo aplicarlo.

Y para ello nos sentamos codo con codo y trabajamos juntos. Teoría y práctica.

Es por aquí:

 

El Sistema de Reversión a la Media con señales Swing

 

Y ahora me gustaría que me dejaras un comentario contándome tus vivencias.

¿Tienes alguna anécdota chula en el extranjero?

¿Te va bien con el Intradía?

¿Prefieres viajar por sitios caros o por otros más asequibles?

 

Un fuerte abrazo, te deseo buenos viajes 😉

Enrique Mazón

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