Fíjate cómo debía de estar motivado tras cuatro años en la universidad, que a mi padre casi le pega un parraque cuando le dije mi plan para el último curso: quería suspender a propósito algunas asignaturas para alargar un año más la carrera.

No porque me encantara estar paseándome por las aulas, no. El problema era que no tenía ni idea de por dónde tirar una vez terminase, tenía un miedo atroz a salir a la calle. Veía la cantidad de tiempo desperdiciado estudiando asignaturas sin aplicación práctica y pensaba, ¿y ahora qué hago con lo que he aprendido?

Con buen criterio mi padre no apoyó mi decisión. Me animó a dar el último empujón y completar los estudios. Para estar parado tocándome la barriga ya tendría tiempo suficiente después, me decía.

 

En esos momentos de duda pensé a quién me quería parecer en el futuro, y me di cuenta que algunos referentes no habían terminado ningún título oficial, o directamente ni empezaron.

Un ejemplo es el fundador de Inditex, Amancio Ortega. Quién hubiera dicho que un aprendiz de un taller de costura unos años más tarde tendría más de 6.500 tiendas abiertas, dando trabajo a 160.000 empleados – como toda la ciudad de Santander – y tendría el mismo patrimonio que el PIB de Estonia y Lituania juntos. Y lo mejor de todo es que lo había conseguido sin pisar las aulas.

Otras celebridades también fueron incomprendidas por el sistema educativo, como Einstein o Steve Jobs. El mejor físico de la historia, quien enunció la teoría de la relatividad, ¡suspendió suspendió matemáticas en su examen de ingreso al instituto politécnico de Zurich! Qué decir del creador de Apple, quien solamente estuvo 6 meses en una facultad de artes liberales, y a muchos hoy en día se les haría imposible concebir la vida sin un dispositivo Apple en su bolsillo.

 

La Universidad había sido un fracaso, así que no podía volver a equivocarme en el siguiente paso. No podía ponerme a opositar – a pesar de las presiones de la familia, que siempre me han empujado a ello por ser la opción más «segura» – ni tampoco quería sentir que estaba tirando el tiempo a la basura en algo que no me llenaba. Y te reconozco que con veinti pocos años, es difícil saber por dónde tirar.

Lo que tenía claro es que todo lo que había hecho hasta el momento no me iba a servir de casi nada. Ni casaba con los valores de la institución (está todo montado para obedecer órdenes y pensar poco por tu cuenta), ni tampoco los conocimientos los podía aplicar.

Tenía que terminar aquella etapa cuanto antes y salir de allí para no volver.

 

El engaño de la Universidad que no te han contado

Me hace mucha gracia cuando veo la falacia «ad verecundiam» en programas de debate. Presuponen que algunas opiniones valen más que otras por el título universitario de quienes hablan. Como si hubiera opiniones de primera y opiniones de segunda (o de tercera).

En base a esta supuesta autoridad se creen con el derecho de pisotear tu libertad. Piensan que un título te habilita para decidir sobre aspectos fundamentales de tu vida, siempre haciéndolo por tu bien claro. Y lo peor es que la gente traga.

Ya lo dice César Vidal al final de sus editoriales: «Los poderosos parecen gigantes, pero solo es porque se les contempla de rodillas, y ya va siendo hora de ponerse en pie».

 

Lo mismo aplica a los oficios: nos pensamos que alguien con un título va a trabajar mejor que quien que no lo tiene. Desengáñate ya: no vas a ser mejor trader por haber sacado Económicas o el Máster de turno. Ni mejor empresario, ni mejor currante, ni mejor nada.

No esperes que en un centro de estudios te preparen para una profesión. Ni para que aprendas a sacarte las castañas del fuego.

Lo que te espera fuera de las aulas es muy diferente a la burbujita en la que nos meten desde pequeños para que no suframos. Lo que pasa es que tarde o temprano nos encontramos con la realidad y nos estampamos. Es lo que me pasó cuando trabajé de comercial para un bróker, en este otro artículo te lo cuento:

 

La Universidad debería ser la fuente máxima de conocimiento de una sociedad. El lugar donde van los eruditos, donde se habla de crear empresas o donde hay debates con los que todos salimos enriquecidos.

Debería ser ese sitio que te cambia la vida para bien. Del que sales totalmente transformado, mirando al futuro con optimismo y teniendo claro lo que puedes aportar a tu comunidad para mejorarla.

Y por desgracia se ha convertido en un mero trámite, en el que los alumnos van a pasearse esperando que les den el titulito por haber estado las horas de rigor en las aulas (mientras quienes realmente necesitan estar allí, no pueden hacerlo porque tienen que estar currando por otros motivos). Lo que vas a encontrar en la Universidad es muy diferente a lo esperado:

 

#1. Las dos realidades paralelas

La facultad está pensada para crear débiles. Para tenerles 4 o 5 años atontados, perdiendo el tiempo en un mundo que no tiene nada que ver con el real. Mira, te voy a confesar un secreto: tuve profesores que reconocían la inutilidad del contenido.

Nos decían: «esto que estamos viendo está muy bien que lo sepáis, pero nunca jamás en vuestra vida lo vais a poner en práctica» Y no son palabras inventadas. Son palabras literales, salidas de la boca de un profesor.

Al mirar atrás no entiendo cómo no hice ni una nómina, ni una declaración de la renta, ni registré una sociedad, ni compré una acción… en 4 años estudiando administración de empresas. Nos tenían distraídos preparando exámenes de temario absurdo – como la econometría – que no llevaba a ningún sitio.

 

Fíjate el colmo de la dejadez, que recuerdo un manual que todavía estaba… ¡¡en pesetas!! Y ojo, que te estoy hablando del año 2010. Las pesetas ya llevaban 8 años fuera de circulación.

También es cierto que no todas las carreras son así. Hay algunas más prácticas, como medicina o enfermería. Al menos en éstas se meten en harina desde el primer curso y trabajan casos prácticos.

Pero en el resto la disociación es extrema. Terminas con la sensación de haberte esforzado cientos de horas en una dirección incorrecta. Habiendo perdido parte de los mejores años de tu juventud, cuando más ganas tienes de comerte el mundo.

 

#2. La obsesión por aprobar (bajando la exigencia)

Otra cosa que me repateaba eran las charlas de la decana hablando del porcentaje de aprobados. Le encantaba presumir de que cada vez aprobaban más alumnos con frases como «El año pasado el 70% de los estudiantes consiguió la licenciatura».

Lo peor es que se volvió una enfermedad nacional: competían entre universidades comparándose el porcentaje de aprobados. ¿Te das cuenta del gran error que supone esta mentalidad?

No les preocupaba dar contenido de calidad o adaptar las carreras al mercado laboral en lugar de seguir con programas lectivos de hace 30 años. No, lo que les interesa es que los chavales saquen el título a toda costa para sacar pecho con las estadísticas. Y el camino fácil para conseguirlo es bajando el nivel.

 

Es una prostitución de la palabra Universidad, que viene del latín «Universitas» (visión universal del todo). Aquellos filósofos y libre-pensadores que levantaron esta institución se removerían en sus tumbas si vieran en lo que se ha convertido. Con tal de que la gente no proteste se les regala el aprobado y a otra cosa.

Transmitir una vocación requiere mucho más esfuerzo. O enseñar habilidades valiosas para el día de mañana como comunicar ideas, empatizar con quien tienes delante o crear productos valiosos para que otro te los compre. Claro, es que para enseñar cómo crear un proyecto, ¡tienes que haber creado uno!

En el fondo todos somos responsables de esta degeneración:

  • El alumno porque no exige nivel y va a lo mínimo, y sus padres porque quieren que su hijo saque el título a costa de no esforzarse y sin sufrimiento,
  • El profesor porque tiene el puesto asegurado para toda la vida haga lo que haga y no tiene ningún incentivo para ser más creativo,
  • Y quienes crean los programas educativos porque no están preparados. Muchos no han trabajado fuera de la administración y no saben qué requiere el mercado laboral.

 

Mira, cada vez salen más informes internacionales advirtiendo de la baja formación de los universitarios españoles. En estas comparaciones es donde llega el sonrojo, y no en ver si en la Universidad de Castilla la Mancha salen más licenciados en Historia que en la de Santiago de Compostela. Eso no sirve para nada.

Según estos estudios, un universitario español tiene los mismos conocimientos que un estudiante de secundaria en Japón.

Nos pasan por la izquierda y por la derecha, señores. Y si no espabilamos, en unos años seremos esclavos de los asiáticos.

 

#3. ¿Qué capacidades se evalúan?

Partimos de que el sistema está mal diseñado desde que eres un crío porque sólo se miden un par de aptitudes: la memoria y la lógica-matemática. El resto son despreciadas.

Y quien no cumpla con los estándares que dice el gobierno queda apartado en un rinconcito por ser el raro, aunque sea un genio con un potencial brutal de hacer grandes cosas.

Terrible.

 

Mira, no es lo mismo la inteligencia asociada a la resolución de problemas matemáticos que la inteligencia musical. Ni la habilidad de conocerse a uno mismo que la memoria. Ni la capacidad de dominar un lenguaje con la inteligencia emocional.

No es que lo diga yo, es que ya publicó en 1983 Howard Garner, psicólogo e investigador de Harvard, un libro llamado «La teoría de las inteligencias múltiples». En él explica las 8 inteligencias que cada persona posee y cómo cada una puede ser entrenada y mejorada. Ninguna es superior a otra, sino que se complementan y la unión de todas ellas construye tu personalidad.

Cuando estés en apuros no vas a encontrarte un folio sobre el que responder preguntas hora y media. Necesitarás sacar lo mejor de ti, sea de donde sea. Pero eso, nuestros gobernantes, parece que no lo quieren ver.

 

A pesar de todo lo malo, un título es un empujón para conseguir puestos de trabajo

Hace un ratillo te contaba cómo me propuse seguir a mis referentes, pero he hecho un poco de trampas al solitario porque sólo te he mencionado casos de éxito. Si te digo que tres genios multimillonarios fueron un fracaso escolar, da la sensación que cualquiera que abandone los estudios puede montar un imperio, pero no es así. A la cima llegan cuatro privilegiados, ahí arriba no hay lugar para todos.

Piensa en esos chavales que tienen cualidades para el deporte y con 15 años empiezan a despuntar. Los padres piensan que su hijo es el próximo Messi, al niño le empieza todo el mundo a comer la cabeza con que va a ser una figura y le sacan de las aulas para dedicarse en exclusiva al fútbol (gravísimo error). No se dan cuenta es que la mayoría fracasará en el intento, sólo unos pocos tienen condiciones para llegar a profesionales.

Luego con 25 años son un juguete roto, sin oficio ni beneficio. Sólo le queda el recuerdo de lo bien que le pegaba al balón y aquellos golazos que metió en un torneo de juveniles. Por eso es importante tener un plan B, una vía de escape por si la cosa se tuerce, que todos no pueden ser Cristiano Ronaldo, y aquí es donde entra en juego una titulación.

 

Los filtros que superas para conseguir el trabajo que quieres (aunque no te des cuenta)

Por un instante ponte en la piel de quien se encarga de reclutar trabajadores para una farmacéutica. Te han pedido incorporar al equipo un contable de garantías. ¿Cómo lo harías?

Lo primero que haces es publicar la oferta, pero nada más subirla se te inscriben 250 candidatos. Ya tienes un dolor de cabeza importante porque sólo puedes seleccionar a uno. Entonces das el siguiente paso: exiges filtros para que el abanico se vaya cerrando hasta que cuentes a los aspirantes con los dedos de una mano.

Dará mejores o peores resultados pero es la política más eficiente, tanto por tiempo como por precio. Por eso tantas compañías lo hacen así y ni tú ni yo vamos a cambiarlo, así que toca adaptarse a ellas.

 

El título lo ven como una especie de garantía de calidad (aunque luego no lo sea por lo expuesto arriba). Si coges a un tío sin referencias y comete algún error grave da igual las buenas sensaciones que transmitiera en la entrevista. La culpa será de quien decidió contratarle.

Sin embargo, con alguien respaldado por uno o varios títulos el reclutador tiene las espaldas cubiertas. Aunque falle no se le podrá culpar, ya que cogió «al que mejor currículum traía».

Así que si vas a pedir trabajo con las manos vacías no esperes ni que te reciban. Tienes que demostrar que eres válido y un título es una manera de hacerlo (no la única, hay otras que te cuento más adelante). Nadie va a jugarse el pellejo por ti.

 

Las cosas buenas que una titulación dice por ti

Que la Universidad tiene un tremendo margen de mejora no debería dudarlo nadie a estas alturas. En vez de ser el lugar donde los jóvenes van a pasearse 4 o 5 años y a rellenar folios que luego no les van a servir para nada, debería convertirse en un verdadero impulso. Debería ser un trampolín hacia la prosperidad con el que aportar valor a tu comunidad.

Pero no todo van a ser cosas malas. Haber pasado por allí también transmite valores positivos en los que se van a fijar las empresas a la hora de contratarte. Es la información invisible que llevas contigo en una primera entrevista, como si tuvieras una etiqueta en la frente.

Desde joven has demostrado afán competitivo superando las pruebas a las que te enfrentabas, frente a otros compañeros que no lo conseguían. Además, tu familia ha apostado por tu futuro y tú has respondido con esfuerzo, demostrando que quieres salir adelante y progresar. También has tenido disciplina preparando los exámenes, has tenido constancia en las tareas y has resuelto problemas a los que previamente no te habías enfrentado.

 

El título no es el fin, es parte del camino

Voy a entonar el «mea culpa» porque soy el primero en reconocer que debería haber aprovechado bastante mejor mis tiempos en la universidad. Era de esos estudiantes que se esforzaba lo justo. De hecho, varias veces me expulsaron del aula por ser un estorbo para los profesores.

Quería aprobar, cumplir con el expediente y poco más. Solamente di el 100% en las asignaturas que me motivaban, las que consideraba un reto, y en esas saqué sobresaliente o matrícula de honor. Por desgracia éstas materias ilusionantes las puedo contar con los dedos de una mano.

La mayoría eran un peñazo, ir a la clase era una tortura. Las preparaba días antes del examen, vomitaba lo memorizado y me olvidaba para siempre. El anti-estudio, vamos.

 

El sistema está montado para frustrar a los alumnos, pero poniéndote de brazos cruzados no vas a conseguir nada. Las actitudes infantiles de «me enfado y no respiro» nunca tienen recompensa.

Los 20 años sólo suceden una vez y tienes la oportunidad de pertenecer a la institución que representa (o al menos debería hacerlo) el máximo exponente del conocimiento. Por eso si no encuentras la motivación fuera, tienes que crearla tú mismo. Siempre se puede, y se debe, ir un paso más allá.

Quedarte en el sofá tocándote la barriga o ir al aula a molestar no es una opción. Puedes enfocarlo de muchas otras maneras. Te dejo algunas ideas que cualquiera puede realizar poniéndole un poco de ganas.

  • Organizar conferencias en el salón de actos (para eso están y no se les saca nada de partido) sobre un tema que te guste. El reto es seducir a algún ponente de referencia para que acuda,
  • Buscarte la vida para hacer las prácticas en la empresa que más te motive, no en la primera que te pongan por delante,
  • Lanzar tu primer proyecto emprendedor con compañeros de carrera y luchar porque salga adelante (no esperes hacerte rico y en caso de galletazo, puedes permitirte el fracaso),
  • Promover eventos culturales o deportivos, cambios en la estructura o portales de transparencia desde la Asociación de Estudiantes,
  • Hacer un voluntariado ayudando a los desfavorecidos. Tenía un amigo que promovió la campaña «Un juguete, una ilusión» y se recorrió varias Navidades en furgoneta todos los pueblos de Cantabria recogiendo regalos para luego donarlos a quienes más falta les hacía.

 

En definitiva, interesarte por la sociedad en la que vives e intentar aportar tu granito de arena para hacerla mejor. Nadie puede cambiar el mundo, pero todos podemos hacer algo por mejorarlo.

Lo importante es disfrutar del proceso, no estudiar los 3 días antes del examen siguiendo la ley del mínimo esfuerzo y meterte en la cueva a perder el tiempo con juegos online.

Tienes mil opciones al alcance de tu mano. Aprovéchalo.

 

Mi último reto con los libros, el CFA (al final fue más de lo mismo)

A pesar del fracaso estrepitoso que fue mi paso por la Universidad, diez años después de convertirme en licenciado me animé a darle una última oportunidad a los estudios. ¿Y cómo un negacionista de la titulitis apostó por invertir tiempo y dinero en obtener una nueva certificación? Te cuento.

El CFA es un examen-ultra exigente y si quería aprobarlo iba a necesitar sacar todo el potencial que llevaba dentro. Esto no tenía nada que ver con aprobar un examen sobre derecho de sociedades. Pretendía encontrar mi techo personal, saber hasta dónde podía llegar, por eso me puse a tope hasta el final.

También te digo, una vez que conseguí aprobarlo me quedé como estaba. Ni se me abrieron las puertas de los mejores bancos de inversión del mundo, ni di un salto salarial, ni empezaron a llegar más clientes a la academia. Al menos si quieres saber cómo lo conseguí, te dejo por aquí el artículo en el que lo cuento:

 

No sólo hay que diversificar en bolsa. También en la vida

Hace un tiempo me pasó una graciosa anécdota con un famoso banco español. Estaban buscando «Family Bankers», que es una manera muy bonita de decir vendedor sin sueldo. Ya sabes cómo funciona: tratas de colocar algún producto financiero a la gente de tu entorno y luego esperas que se vaya haciendo bola.

Sabía desde el principio que no iba a trabajar para ellos, pero quise ver hasta dónde podía llegar (y husmear sobre las condiciones de trabajo). Cuando llegó el momento de avanzar, me dijeron que buscaban a alguien con dedicación exclusiva, a tiempo completo. Yo le dije que eso no podía garantizárselo porque tenía otros proyectos entre manos.

Entonces la chica con la que hablé se puso bastante nerviosa y me empezó a decir que el proceso de selección para entrar era durísimo, que ellos decidían con quién trabajaban y con quién no, y demás cosas que ni recuerdo porque me las dijo demasiado rápido. Yo le contesté que prefería diversificar fuentes de ingresos, que no me daba confianza depender solamente de un empleador. Entonces algo hizo click en su cerebro porque recuerdo perfectamente lo que me dijo:

 

«No entiendo por qué quieres tener más fuentes de ingresos si con lo que puedes ganar con nosotros ya sería suficiente»

 

A lo que respondí:

 

«Yo no entiendo cómo hay gente que se conforma con tener solo una fuente de ingresos. ¿Y si pasa cualquier imprevisto? Estás a un paso de quedarte sin nada»

 

El Trading es una opción válida para estar más diversificado

Imagínate que hubiera aceptado aquel puesto de asesor financiero y que cuando salgo de ahí no hago nada más. ¿Cómo le voy a contar a un cliente que debe diversificar sus inversiones si ni siquiera yo lo hago? Sería el colmo del engaño.

Hay que ser consecuentes con lo que uno predica. Por eso monté esta Academia, para escapar de aburridas teorías sobre mercados y absurdos exámenes en los que te ibas a estar engañando a ti mismo, creyendo que por responder cuatro preguntas en un folio en blanco ibas a ser mejor trader. O nos ponemos manos a la obra y nos sentamos juntos a trabajar, o no vas a sacar nada en provecho de ningún curso de bolsa.

También lo hice para complementar tu vida, no para decirte que dejes el trabajo y te centres solamente en el trading. Si te cuadra esta filosofía – diversificar ingresos y trabajar el mercado desde la práctica, no desde la teoría – entonces te puede cuadrar el programa formativo de 6 meses que te presento. Es por aquí:

 

6 meses de transformación en tu trading, con operativa en directo y tutorías uno a uno

 

Antes de terminar me gustaría que me dieras tu opinión sobre la titulitis en un comentario:

¿Has sufrido la titulitis o crees que es necesario un título para ser bueno en un trabajo?

¿Te gustaría preparar alguna certificación en el futuro?

¿Qué debería ser para ti la Universidad?

Un abrazo y mucha fuerza con tus objetivos. Estás a un paso de alcanzarlos 😉

Enrique Mazón

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