Como estamos en pleno agosto y seguramente estarás en la playita con el mojito en una mano y las gafas de bucear en la otra, voy a tocar una temática del post mucho más ligera que de costumbre. Hoy me olvido de aspectos técnicos, de gestión monetaria o de por qué es mejor el Estocástico que el Ichimoku. De lo que te quiero hablar es de cómo he vivido el deporte desde hace tantos años, los valores positivos que te puede aportar y cómo te ayudará a ser mejor trader.

Quiero tocar estos temas «offtopic» para no estar siempre centrados en lo mismo, como si fuera un burro con orejeras que no ve más allá del siguiente paso y por eso siempre está dando vueltas sobre la misma piedra sin avanzar. La vida tiene muchas más cosas que el trabajo y las pantallas y si no llevas un equilibrio con otros aspectos fundamentales como la familia o los hobbys, mal vamos. Si te quieres a ti mismo proyectarás mejores sensaciones a quienes te rodean y te irá mejor.

Para mí, hacer ejercicio se ha convertido en una cuestión egoísta: lo hago porque siempre me ha venido muy bien. Necesito tener mi cuerpo a punto para rendir mejor en los picos de estrés, y también soy más creativo y resuelvo más rápido los problemas estando en forma. Así que empecemos por el principio.

 

Tomarse el deporte en la adolescencia como una fiesta: la clave para guardar recuerdos imborrables

Desde pequeño era bastante «culo-inquieto». No me motivaba estar en casa encerrado con los videojuegos. Prefería salir a la calle a jugar.

Probé con el fútbol porque en el colegio todos estaban en algún equipo, pero nunca destaqué. Me ponían de lateral derecho, el puesto en el que juegan los malos, ya que con subir y bajar la banda y no apartarte cuando te llega el balón, es más que suficiente. Como lo de dar patadas no era lo mío, en infantiles (12 años) me apunté a ciclismo en la peña Sprint de Maliaño, un pueblo a unos 10 kilómetros de Santander.

Pedalear sí que se me daba bien, supongo que la habilidad me vino heredada de mi padre, que fue ciclista profesional en los 80 y 90. Corrió en los años dorados del Teka y llegó a disputar una Vuelta España, la del 91. Cuando empecé a competir siempre fui «el hijo de Mazón».

 

Las temporadas de ciclista fueron fantásticas, sobre todo en juveniles, con 16 y 17 años. Eran tiempos súper intensos: llegaba del instituto, comía rápido en casa y salía pitando para que no se hiciera de noche en la carretera. Y a la vuelta tocaba estudiar, que los exámenes no entendían de entrenamientos.

El premio llegaba los fines de semana, cuando salíamos a competir cada día a un pueblo diferente. Mis compañeros del instituto solían hacer botellón en la playa, pero era un ambiente en el que nunca me sentí cómodo. Yo era el raro porque regresaba a casa antes que el resto, pero gracias a las carreras conocí un montón de lugares a los que nunca hubiera ido.

Disfrutaba muchísimo yendo a las carreras, era como una fiesta. Salir de casa a pelear contra rivales de toda España en lugares dejados de la mano de Dios era el mejor momento de la semana. Guardo con un cariño súper intenso aquella época.

Gutiérrez, Movellán, Malanda, Ruiz, Mazón, González y Antízar en Urduliz. 2007

Como Cantabria es lugar de tradición ciclista hay un montón de competiciones, pero si alguna vez fallaba nos íbamos a la tierra prometida para los ciclistas: el País Vasco. Allí acuden cientos de corredores cada año buscando ser profesionales. Apenas quedaba a una hora y poco en coche, por lo que competíamos casi más allí que en casa.

También viajábamos por Asturias, Castilla y León y Madrid. Llegábamos, disputábamos las 3 o 4 horas de competición y regresábamos. Lo hacía con gusto y además los resultados acompañaban, cada vez tenía mejores sensaciones entrenando y quedaba más arriba en las competiciones. Recuerdo un día maravilloso que tuve ganando en el santuario de la Bien Aparecida, que además es la patrona de Cantabria.

Me había escapado unos kilómetros antes de empezar la subida con Javi, que era mi compañero de entrenamientos (la de horas que habremos pasado juntos manillar con manillar pegados) y nos íbamos animando mientras relevábamos. Nos cogieron los gallos que venían frescos desde atrás a mitad del puerto, cuando llevábamos 3 kilómetros. A día de hoy todavía no sé de dónde saqué fuerzas para hacer lo que hice, pero sí sé que les esprinté a todos y pasé el primero por aquella mítica cima.

 

También tuve otros días amargos, como en la última etapa de la Vuelta al Besaya, en un típico día del norte en los que no para de llover. Habíamos subido 3 puertos y en Cieza llegó la selección final, nos habíamos quedado delante solamente 10 ciclistas. Estaban Jesús Herrada, Jimmy Jansens, Victor Cabedo (✝), Noe Giannetti o Ion Izaguirre, quienes pasaron a profesionales poco después.

Aquel día llevaba unas piernas 10, volaba. Iba tan confiado que quería llevarles al limite, así que en el descenso arriesgué. Pero el asfalto seguía mojado y en una curva me pegué un tortazo de campeonato.

Me levanté súper rápido con la adrenalina disparada y como les veía a tiro, me cebé para entrar de nuevo al grupo. Pero en otra curva me volví a caer cuneta abajo, yendo a parar a unas zarzas y perdiendo todas las esperanzas de victoria. Entré en meta llorando a lágrima viva por el dolor de las heridas, pero también porque había perdido una oportunidad preciosa de ganar en el mejor escenario a los mejores corredores.

 

El premio gordo a la buena temporada vino con la llamada del seleccionador cántabro: me convocó para acudir a los campeonatos de España del 2008 que se celebraban en Santiago de Compostela. Había peleado muy duro por conseguir un puesto entre los elegidos.

Representar a Cantabria tan lejos de casa fue un orgullo, uno de los mejores momentos de mi vida. ¿Y sabes por qué? Porque nadie me regaló aquel puesto en la selección.

Lo mejor es que todos aquellos valores que me enseñó el ciclismo los he utilizado después al enfrentar otros retos.

 

Trofeo San Pelayo en Cicero, por ganar en la Bien Aparecida. Año 2008.

Al año siguiente, en categoría de aficionados, la cosa se empezó a complicar

Las carreras de juveniles rondaban los 60-70 kms (pocas superaban los 90), pero en amateur lo más normal era correr cerca de 150 kilómetros. No sólo la distancia era casi el triple, también la velocidad había subido varias marchas. Ahora corría con hombres de casi 30 años, no con adolescentes de 16.

En el equipo ya no éramos un grupo de amigos que íbamos a pasarlo bien. Varios compañeros se estaban jugando el futuro, si hacían una buena temporada algún equipo profesional les podía fichar. Esa tensión la noté desde la primera concentración que tuvimos para conocernos en enero.

Para mí seguía siendo un juego. Acababa de entrar en la Universidad y salía en bicicleta porque me gustaba entrenar y competir, pero en ningún momento me lo tomé con una disciplina súper estricta. Además, los estudios requerían más tiempo y a todo no podía estar.

 

Terminé varias carreras, pero sufriendo, persiguiendo al pelotón todo el día. Lo de ser uno de los gallos que se marchaba por delante, que disputaba con los mejores y al que llamaban para representar a Cantabria había quedado en el olvido. Ahora era uno más del montón, más bien de los últimos.

Para colmo a mitad de temporada tuve una lesión de rodilla que fue el detonante definitivo para dejarlo. Cada vez que salía a entrenar se me hinchaba y dolía una barbaridad. Pasé por varios médicos y ninguno me supo decir qué lesión estaba sufriendo.

Definitivamente aquella categoría no era lo mío. Tenía que comenzar una nueva vida apartado de las competiciones y del ambiente de alto rendimiento.

 

Desde entonces la bicicleta me ha acompañado a todos los sitios en los que he vivido, pero de otra manera.

Cargué con ella en el avión rumbo a Sheffield, luego a Salamanca y también la he llevado a Madrid. Me sirvió para mantenerme en forma, pero también para conocer los pueblos alrededor de todos esos lugares.

No veo mejor manera de explorar tu entorno que hacerlo sudando, subiendo puertos y viendo paisajes mientras me da el aire en la cara y sientes los rayos de sol en la piel.

Vuelta a España del 91 a su llegada a Santander. Mi madre, mi padre corriendo con el Paternina, y yo con un año

La manía que le cogí al Gimnasio

Cuando llegué a Madrid y me puse a trabajar le di una oportunidad al gimnasio. Me apunté a uno que había en Goya, al lado de la oficina, con la típica oferta de bienvenida por 25€ al mes. No pude aguantar más de 3 meses.

Lo he intentado varias veces, pero lo de pelearme con las máquinas en un espacio cerrado sin apenas movilidad no va conmigo. Lo veo como ser una cobaya de laboratorio encerrada en una cristalera haciendo girar la ruedita, mientras los científicos te están observando desde fuera haciendo sus anotaciones.

No entiendo cómo a tanta gente le puede enganchar, con lo bonito que es salir a correr por la playa (y más barato, que sólo te hacen falta unas zapatillas). No me compares la experiencia de sudar al aire libre con hacerlo encerrado entre cuatro paredes.

 

Cómo pasé de odiar las pesas a engancharme a ellas con el Crossfit

Tenía 3 compañeros en la empresa súper motivados con el Crossfit. Uno de ellos había había pasado de ser un fofo de mucho cuidado (le sobraban como 15 kilos) a ser un musculitos. Estaba alucinando con su cambio y como abrieron un box a un paso de la oficina, me apunté.

Iba con dudas porque como había pesas de por medio lo veía como una copia del gimnasio, pero en cuanto entré me di cuenta que no tenía nada que ver. El Crossfit es el deporte más completo que he realizado jamás. Mira que el ciclismo es extremo y agónico a más no poder, pero en pocas competiciones he terminado tan extenuado como en algunos entrenamientos de Crossfit.

Recuerdo la primera sesión de prueba en la que salí roto. En los siguientes días aparecieron agujetas en lugares de mi cuerpo donde ni siquiera sabía que tenía músculos. Estuve maldiciendo el Crossfit, pero terminé volviendo a lo grande.

 

El inicio fue lo más duro porque no podía hacer más de dos entrenos por semana hasta que el cuerpo se acostumbrara a aquel cambio tan bestia. Una vez superada esta barrera me piqué y empecé a ir 3 o 4 veces por semana, alguna llegué a entrenar 6 días. Sólo descansaba el domingo y porque el box cerraba.

Había pasado de no saber ni cómo se coge una barra de halterofilia a hacer cantidad de ejercicios. Con el Crossfit mejoras en todo: fuerza, explosividad y fondo. Si te lo tomas enserio te pondrás más en forma que nunca.

Fíjate lo fino que te deja que apenas había tocado la bici en los dos últimos años y me animé a correr una de las cicloturistas más duras del mundo con la grupeta de entrenamientos que tengo en Cantabria. Salimos desde Santander en autocaravana y después de 14 horas llegamos a Bélgica. Alllí esperaban los 235 kms subiendo las 16 cotas adoquinadas del Tour de Flandes.

Tour de Flandes 2018 con la grupeta Café Roubaix. Lo terminé gracias a estar muy bien entrenado con el Crossfit

 

 

Este ejercicio que te pongo en el Giphy, el Bar-Muscle-Up, fue mi reto particular. Alucinaba cuando veía a algunos hacerlo, me parecía imposible subir a aquella maldita barra. Lo repetía y lo repetía sin conseguirlo, hasta que en un entrenamiento me salió y llegó el momentazo: los compañeros del Box se giraron para aplaudir al verme subido.

Cosas de la vida, cuando mejor me sentía con los ejercicios y con la gente fue cuando lo dejé. Me mudé a un pueblo del norte de Madrid y no encontré la motivación para seguir en otro box. En el anterior éramos como una familia, los jefes organizaban barbacoas de vez en cuando e incluso salíamos a tomar copas.

Que nos lleváramos tan bien hacía que los entrenamientos fueran llevaderos y también competitivos, peleábamos las marcas hasta la extenuación. Había una mezcla de competitividad con buen rollo que no he vuelto a vivir en ningún otro gimnasio. Daba carpetazo en la cumbre, era el momento de encontrar nuevas motivaciones.

 

Así es como llegué al Ironman

Me venía rondando la cabeza de hacer un triathlon de larga distancia desde hacía bastante tiempo, así que en cuanto vi que la inscripción al Ironman de Madrid estaba abierta la pagué sin pensarlo dos veces, no fuera a ser que me arrepintiera.

Empezaron a llamarme la atención estas pruebas de larga distancia cuando Josef Ajram empezó a salir en la tele a todas horas hablando de ello. El tío era un ejemplo de hombre de éxito hecho a sí mismo. Y lo que es mejor, parecía que no curraba más de 2 horas al día.

Luego resultó que no era oro todo lo que relucía, como ya te conté aquí:

La foto que preside el post es precisamente la entrada en meta, en la mismísima Puerta del Sol madrileña. La organización hizo que nos sintiéramos como estrellas de Hollywood poniendo un paseíllo rojo en los últimos metros de esfuerzo. Lo viví como algo místico.

Nada más cruzar la línea de meta me puse a llorar desconsolado. No sólo por el cansancio de estar nadando 1 hora, montar en bicicleta 3 horas y correr a pie 2 horas.

Tenía otros motivos por los que había acumulado tensión en los meses previos.

 

Mi padre había tenido un accidente muy grave y le habían operado a vida o muerte pocos meses antes y yo cogí las riendas de su negocio. Fue el año en que comencé con esta web y le metía muchísimas horas, pero los resultados no acompañaban. Además, me cambié de trabajo en mitad del verano y desembarqué en Hafesa, una empresa que estaba intervenida por Hacienda en la que todo el equipo anterior había salido en desbandada, por lo que tuve que montar el departamento de trading y riesgos yo solo a contrarreloj con una presión brutal.

También estaba comprometido con una compañía de salsa y bachata para presentar una coreografía (luego actuamos en varios escenarios de Madrid) y los ensayos a veces terminaban a las 12 de la noche. Para serte sincero, con todo lo que cargaba encima no sabía si iba a poder terminar la prueba. Y no quería decepcionar a mis amigos y novia que habían venido a verme por todo el recorrido.

Exploté allí, en el kilómetro cero de España.

 

La liberación post confinamiento y el regreso a los orígenes

Luego llegó el coñazo del COVID. No te voy a contar nada que no sepas: los 3 meses en los que nuestras vidas pararon y nos obligaron a estar encerrados en casita.

Con todo lo que había fuera me tomé el ejercicio mucho más relajado. Empecé a dar clases online de Yoga para desconectar del horror y negatividad que nos rodeaba. Y vaya si me sirvió.

No pensé que el Yoga me iba a gustar tanto, pensaba que era algo de chicas. Pero una vez empecé a descubrir la filosofía que lo envuelve y entendí cómo están distribuidos los chakras a lo largo del cuerpo, lo vi de otra manera. Fue lo mejor que saqué del confinamiento.

 

También te confieso que estaba deseando que el encierro terminase para salir a pedalear a la carretera y sentir de nuevo el aire en la cara.  Fue lo primero que hice en cuanto nos liberaron.

Desde que terminó el periodo COVID me ha vuelto a picar el gusanillo del entrenamiento y la competición en bicicleta. No me gusta salir por salir, sino que prefiero marcarme objetivos y prepararlos a conciencia. Si no, pierdo la motivación.

¿Cuánto me durará el hambre de competir en bicicleta? No lo sé, pero cuando ya no me divierta será el momento de parar. Ahora me apetece sacarme varias espinitas clavadas y volver a rodar en pelotón, así que a por ello.

 

Participa en el blog contando tu experiencia

Lo relatado en este post solamente es mi punto de vista. No concibo una vida centrada exclusivamente en el trabajo o en estar todo el día delante del ordenador, eso no sería sostenible a largo plazo. Puedes forzar la máquina una vez, pero si siempre estás forzando al final las vas a romper.

El deporte es una forma ideal de engrasar el motor y tenerlo a punto para cuando tienes que utilizarlo y darle caña. Esta web la pude crear porque estaba en forma, en caso contrario hubiera sido imposible aguantar larguísimas jornadas de trabajo sin tener la mente fresca y el cuerpo preparado. Es la misma filosofía que transmito en mi curso de trading.

No te digo que dejes todo 3 semanas y te vuelvas un loco de la bolsa para triunfar, sino más bien todo lo contrario. Consiste en repetir todos los días los patrones que llevan a un trader a tener éxito, vigilándote bien de cerca para comprobar que estás en el buen camino. La única manera de alcanzar la meta es paso a paso:

 

El Curso de Reversión a la Media: 6 meses de Trading con operativa en directo y tutorías

 

Ya para terminar me gustaría que fueras protagonista de este artículo con un comentario:

¿Hay algún deporte que te apasione?

¿Sigues alguna rutina que te ayuda a rendir mejor?

¿Eres de los que sí les gusta el gimnasio?

Un fuerte abrazo y muy buen trading, acompañándolo de algún ejercicio 😉

Enrique Mazón

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